martes, 24 de abril de 2012

LA ARGENTINA COMO GEOGRAFÍA

Omar Horacio Gejo
Jorge Osvaldo Morina


La realidad argentina es harto propicia para el despliegue de distintas especulaciones. Por ser un caso extremo, el argentino forma parte desde hace tiempo de la galería de excentricidades (Katz, 2002). Desde hace varias décadas: siete, cinco o tres, dependiendo cada una de estas profundidades temporales de los variopintos enfoques político-ideológicos prevalecientes, su derrotero económico-social es cuestionable. No consintiendo con la mayoría de estas interpretaciones, que por lo general están excesivamente enraizadas en fenómenos locales, intentamos superarlas partiendo de nuestro particular enfoque geográfico, lo que implica contextualizar el caso argentino en un cuadro regional, comprendido y explicado éste, a su vez, en el desenvolvimiento del sistema internacional.


LA GLOBALIZACIÓN COMO IDEOLOGÍA

Durante los ’90 asistíamos al irresistible ascenso de la “Globalización” como ideología. Por ella podían entenderse diversas cosas, pero una era evidente, constituía un mazazo ideológico, pretendidamente conceptual, tendiente a fortalecer la ofensiva política burguesa a lo largo y a lo ancho del mundo, valiéndose, de paso, de una serie de dinámicas imágenes que hacían de la circulación una realidad perpetua. De allí que la terminología de moda enfatizara en el movimiento, la logística y el ‘just in time’, por ejemplo. Pero detrás de estas ‘geografías’ circulatorias se escondía un verdadero manifiesto antigeográfico que era preciso enfrentar, porque esa era una cuestión crucial (Gejo y Morina, 2004).
Podríamos resumir los supuestos de la globalización, desde una perspectiva geográfica, a partir de unos pocos trazos gruesos pero decisivos. Este macrofenómeno se presentaba como un verdadero divisor de aguas. Su advenimiento implicaba dejar atrás definitivamente todas las coordenadas hasta allí referenciadoras de los acontecimientos. Tanto como que se hablaba de que asistíamos al fin de la historia (Fukuyama, 1990). Esta nueva época, pos-histórica, estaba engendrada básicamente por la reducción de las distancias. Este era el mecanismo por el que desaparecían todos los hechos significativos del pasado, llamados a sobrevivir temporariamente, a lo sumo, como meros vestigios, o relictos, esto es como un pasado desactivado, pasivo, desconectado  del presente. El sentido de todo esto no era otro que el intento de disolver los planteos problematizadores, producto éstos de las históricas tendencias generadoras de diferenciación material, de desigualdades, y que inevitablemente hallan correspondencia territorialmente (Gejo, 1997).
Amparada en una pretendida asepsia, la fuerza de la post-geografía era supuestamente un producto genuinamente tecnológico, es decir algo así como un omnipresente mecanismo de clonación técnico, en el que el hombre, como ser social, quedaba a un costado. Una fantasía casi prehistórica, indigna del cielo pos-histórico, que no es otra cosa que la ingenua y reiterada ilusión en el progreso apolítico, era la verdadera esencia preñadora de la teoría de las teorías, la macro-abstracción (The Economist Newspaper, 1995).
Claro que como toda ideología no puede erigirse en el vacío. Gran parte del empuje, de la fuerza del discurso de la globalización, aparte de su lógico y existente asidero, de su amarre real, el constituido por los innegables cambios tecnológicos habidos en los últimos años, encontró un sólido y decisivo sustento en el desmoronamiento de lo que se conoció como el Orden de Posguerra. Esas complejas estructuras que propendieron a un equilibrio inestable durante casi medio siglo, encauzaban las contradicciones de clases, partidos y estados, elementos éstos a través de los cuales se procesa la síntesis histórica. Con la ‘caída del muro’, se liberaron distintas fuerzas que son hoy las que están en juego y en pugna y que han hecho que el mentado ‘Nuevo Orden Mundial’ diste, y mucho, de haberse materializado, más allá de haber representado en su momento una expresión de deseos y un accesorio no menor de la irrefrenable ofensiva capitalista en pos de su mundo global (Achkar et al, 2003; Ramonet, 1997).

Ese Orden de Posguerra se había caracterizado por sus fracturas, por su fragmentación: por la división Este-Oeste, emergente de la confrontación capitalismo-socialismo; por los marcos nacionales como receptáculos privilegiados de la vida económico-política, habiéndose generado en esos cincuenta años casi las tres cuartas partes de los estados nacionales existentes; y por las diferencias marcadas entre el desarrollo y el subdesarrollo, como la súbita constatación del abismo existente entre los centros, las ex metrópolis, y una vasta periferia, los espacios de la ex colonias, intentando dar sus primeros pasos como países, innegablemente atrasados. Esta geografía dicotómica fue la marca distintiva de esa media centuria. Con todos los reparos que se le podían hacer, implicaba, sin embargo, una materialización, que ahora era pulverizada por el enfoque de la globalización, que oficiaba como una aplanadora, transformando al planeta en una superficie lisa, el ideal para la teoría y los teóricos ‘liberales’ (Delfín Neto, 2004). La desaparición del ‘sistema socialista’ decretaba el fin de la liza abierta en 1917 y definitivamente consolidada a partir de 1945-1950. Esa amplia geografía socialista sería objeto ahora de una integración plena al ‘mercado’, lo que impulsaría la restauración capitalista en ella y su plena adscripción a la división internacional del trabajo, el eufemismo desarrollista utilizado habitualmente para describir las desventajas de someterse al Imperialismo.
Por otro lado, desde hace casi tres décadas se acentúa la presencia del fenómeno transnacional, es decir la creciente inadecuación de los marcos nacionales para dar cuenta de una realidad económica, social, cultural y política agudamente internacionalizada. (Hobsbawm, 1999). Detrás de este hecho se mueven varias ideas, todas ellas apañadas de alguna manera por la realidad, pero también todas portadoras de la ideología de la clase dominante: la aparente presencia avasalladora de las empresas transnacionales; la supuesta pérdida de peso específico de los Estados Nacionales; y la pregonada retirada del Estado como un agente constructor de la realidad. En suma, la existencia de una nueva realidad, una realidad signada por la circulación continua, cada vez menos real, cada vez más virtual, caracterizada por la aparición de una economía inmaterial asentada en el sector servicios, que marcaría el ocaso de las sociedades industriales y de todas las teorías del conflicto inherentes a ellas; que estaría más allá de las determinaciones localizacionales y, como punto central, que implicaría la definitiva subordinación de lo político al fetiche de la economía, de esta economía virtual, de esta economía autónoma (Beinstein, 2004). De aquí, por supuesto, al crecimiento sostenido, al desarrollo sustentable y a definir a la política como ‘el arte de administrar, sólo había un paso.
Nosotros hemos destacado tres consecuencias geográficas resultantes de esta interpretación. La primera de ellas es la afirmación de que el capitalismo habría abandonado el período que inició a mediados de los años setenta, una etapa signada por haberse desinflado el crecimiento de las décadas de la reconstrucción de la posguerra, aquellos años identificados como los ‘gloriosos’, los ‘dorados’. Tras un período de estancamiento e inflación, el aparente relanzamiento de los noventa permitió vincular la ‘inmaterial’ economía de servicios con un salto desconocido de la productividad y la cristalización de éstos en la geografía económica norteamericana, que llegó a caracterizársela como una versión capitalista, notoriamente más eficiente que las vetustas fórmulas de ‘capitalismo intervencionista’, conocido como ‘capitalismo renano’, ya sea el alemán o su símil asiático, el nipón. (Gunder Frank, 2004; Albert, 1992).
La “flexibilidad” del capitalismo anglosajón, claro está, tenía una certera base material, ya que imponía a los trabajadores el costo de la adaptación permanente al frenesí innovador de los ‘exitosos’ capitalistas norteamericanos.
La segunda consecuencia es la que, partiendo del reconocimiento de la existencia de un nuevo ciclo expansivo de largo plazo, señalaba la posibilidad de una confraternidad entre los capitalismos centrales. Es decir, el crecimiento exuberante abría las puertas para una cohabitación de las capitalistas, hecho que en su versión más onírica plantea el surgimiento de un capitalismo global, algo así como la culminación, la consumación idílica de la trasnacionalización, mientras que en la versiones menos idealistas encontraríamos la visión del domino mundial omnímodo de los EEUU, ya sea mediante la hegemonía unipolar, a través de su supremacía político-militar, o imperial, por medio de un mecanismo más complejo de dominación, que incluiría la seducción decisiva de la faceta cultural (Hardt y Negri, 2000).
Finalmente, para lo que se había conocido como la geografía del subdesarrollo, la periferia, en esta nueva era representaba una oportunidad áurea, única: con precaución desde la segunda mitad de los ochenta, pero con fervor durante los felices noventa, se propagandizó un seudo-concepto, el de los mercados emergentes, que no era otra cosa que un icono del más pueril discurso ‘pro-mercado’, negador absoluto de la realidad.
Resumiendo: la expansión ilimitada, el adiós definitivo a las crisis; la consecución de la fraternidad universal; y el reparto de la prosperidad y felicidad para los menesterosos, eran los tres fabulosos capítulos de esta ideología anti-geográfica conocida como globalización (Gejo y Morina; op. cit.).


EL CASO ARGENTINO: IDEOLOGÍA, APERTURA Y CRISIS

Hacia el final de la década del ’80, la Argentina vivió con particular agudeza el cierre de la continental “década perdida”, en un contexto hiperinflacionario desencadenado por una corrida cambiaria que desembocó en un traumático proceso de transición política que significó el derrumbe del alfonsinismo, el renovado y abortado movimientismo del remozado partido radical, allá, en la primavera democrática tras la dictadura.
La ofensiva ideológica estereotipada como neoliberalismo, entonces proclamaba, entre otras irreverencias al pensamiento, el fin de las ideologías en un sentido amplio, y concretamente para el caso argentino desparramaba un conjunto de vulgaridades que alcanzaron, vale reconocer y recordar, una amplia aceptación.
La primera observación que conviene registrar es que los problemas de Argentina en aquel momento, al parecer, emergían del constatable aislamiento internacional que padecía el país. La Argentina era un país que le habría dado la espalda a la economía (mercado, para mejor precisar los límites ideológico-conceptuales de estos análisis) mundial. Aducían que desde los años 40, obnubilado por una confusa y confesa ideología estatista-anticapitalista, nuestro país había retrotraído posiciones en el concierto internacional. Las críticas al intervencionismo estatal, al populismo, a las propuestas anti-mercado, estaban a la orden del día. Uno de los indicadores que se utilizaban, frecuentemente, para confirmar el retraimiento era la baja participación del sector externo local en el comercio mundial; estábamos, pues, frente a una economía cerrada y, por lo tanto, ineficiente, no competitiva.
La apertura, por ende, estaba al tope de la agenda de la modernización. La idea en boga proyectaba la inserción argentina en el mercado internacional a partir de la liberación de la economía de las ataduras del estado, sobre todo de la caída de los aranceles externos que protegían al mercado local. Éste, así librado a las influencias de la circulación mercantil mundial, operaría un cambio sustancial. Como se puede apreciar, una verdadera fábula, ya que una sencilla mirada, casi superficial, a la geografía del comercio internacional bastaría para echar por tierra con estas ensoñaciones de los pretendidos y presumidos entendidos.
La Argentina tiene una baja participación en el comercio mundial; desde hace bastante tiempo las exportaciones no pueden superar el 0,5% del registro mundial. Salvo en algunos renglones de escaso peso económico, la burguesía argentina tiene una participación marginal cuantitativamente hablando en el mercado mundial y absolutamente desteñida en términos cualitativos. Su acceso a los mercados centrales es insignificante. Podríamos coincidir en la descripción de la situación como de insuficiencia estructural del comercio exterior argentino, aun cuando nos diferenciaríamos de la estructuralidad a-histórica de los desarrollistas (Gejo, 2002).
Por cierto que esta estructuralidad de la situación argentina puede ser observada más abarcativamente desde un prisma regional, agregándole entonces la contundencia de una geografización significativa. Argentina integra el lote de América Latina, una región que a lo largo de las últimas dos décadas mantiene impertérrita una reducida participación equivalente a la vigésima parte del comercio internacional. En esos veinte años, con diversos ensayos políticos, la participación de la región no se ha movido de esa reducida cuota del total mundial. Sin embargo, y por supuesto, al interior de la región se han producido cambios, pero éstos refuerzan los argumentos de los impugnadores de la fantasía liberal-mercantil (Berardi et al, 2003).
Así, la idea de que la lisa y llana “apertura” transformaría dinámicamente al vector exportador resultó un fiasco, inevitable claro, pero fracaso estrepitoso al fin. Baste decir que a lo largo de la convertibilidad, mientras las exportaciones poco más que se duplicaron, las importaciones se multiplicaron por siete. Y analizando el desarrollo cualitativo exportador, el crecimiento que se produjo durante la primera mitad de los ’90 estuvo asociado a un patrón que hemos definido como de enclaustramiento regional (Gejo y Voltolini, 1997). Cuando en aquel momento, hacia mediados de la década, se proyectaba la necesidad –y se le asignaba cierta probabilidad- de duplicar las exportaciones nuevamente para llegar a los 50.000 millones de dólares a fin de siglo, como única fórmula de escape a la avalancha de deuda contraída, se estaba asistiendo anticipadamente al tradicional cuello de botella externo de una economía periférica, dependiente, como la argentina (Gejo, 2003).
Una economía que –como dijimos- es apenas el 0,5% del comercio mundial, y cuyo mercado interno equivale al 1% de la economía internacional, simplemente en términos cuantitativos no podía responder en su performance en forma diferente. La avalancha importadora, el déficit comercial consecuente y la destrucción del tejido industrial fueron el corolario ineluctable de dicha “estrategia” (Gómez Lende, 2003; Gejo y Voltolini, 1998).


RECUPERANDO MATERIALIDAD, GEOGRAFÍA

La propuesta de investigación que aquí se está esbozando se aboca a desarrollar una línea de trabajo de mediano y largo plazo en el campo de la Geografía Económica, partiendo de una tarea concreta, inmediata, como es el abordaje analítico, desde una perspectiva geográfica, del comercio exterior argentino, hecho que solamente desde el aspecto formal puede ser entendido o interpretado como un estudio de los fenómenos atinentes exclusivamente a la circulación mercantil. Precisamente, por ser definido como análisis de carácter geográfico, circulación y estructuras sólo pueden ser comprendidas como una realidad única, integral, dialéctica (Katz, 2001). Por lo tanto, lo que se expresará en superficie como una definida y determinante crítica a las posiciones liberales, ortodoxas o circulacionistas, también incluirá desde la propuesta misma un ensayo crítico de las posiciones desarrollistas, heterodoxas o que hemos alcanzado a definir como estructuralistas a-históricas (Gejo, 2002). Es evidente, por lo tanto, que la propuesta, enderezada a confrontar decisivamente con las posturas preeminentes en el período bajo estudio, a saber, las abiertamente sistémicas, liberales, neoliberales o mercantilmente vulgares, prepara el terreno además para el tiempo que se ha abierto desde fines de la última década del siglo pasado que pre-anuncia un porvenir que reimponga, con matices, alguna de las propuestas características del período 1940-1970, y que dieron en llamarse desarrollistas ayer, bajo el apelativo de neodesarrollismo ahora (Dos Santos, 2004).
El proyecto se enmarca, pues, dentro de los enfoques materialistas históricos. Al respecto, el punto de partida del análisis de una realidad como la argentina sólo puede ser llevado a cabo mediante un previo e inescindible estudio liminar de la realidad internacional, que es el conjunto que en última instancia le da sentido. De allí que la noción de sistema mundial (Wallerstein, 1974; Dos Santos, 1998; Bujarin, 1971) presida nuestro trabajo, hecho que no es nuevo y que registra precedentes desde los primeros trabajos que parte de este grupo de investigadores ha venido realizando desde la Universidad y desde el Centro de Estudios Alexander von Humboldt (Gejo, 1995). Cuando hablamos de país, lo hacemos para señalar nuestro desacuerdo con las versiones economicistas más acotadas, que al referirse a esa realidad la reducen a una economía o, aun más restrictivamente, a un mercado. Para nosotros, los países constituyen una realidad concreta, material, integral, sujeta a un devenir histórico, con una carga específica, producto del contenido concreto del sitio, lo que suele entenderse estrechamente como geografía en tanto forma, pero que, por su parte, también debe decisivamente su desenvolvimiento a la participación desigual en el sistema internacional, sujeto a las contradicciones crecientes del proceso de acumulación a escala mundial (Amin, 1995; Beinstein, 1999).
En este marco internacional, un proceso de diferenciación material determinante lo constituye el imperialismo. Éste expresa un fenómeno complejo que reúne en su seno cambios, modificaciones en un sitio, en una formación nacional, en un país, pero que a su vez está llamado a influir en la evolución de otros marcos nacionales, a los que somete y subordinará a los ritmos de evolución de sus desequilibrios, de sus contradicciones. De estos cambios cabe recordar los rasgos clásicos (Lenin, 1973): la concentración capitalista, los monopolios; su expresión social, el capital financiero; la exportación de capital, el ajuste geográfico a su inherente sobre-acumulación (Harvey, 2004); y el reparto de áreas de influencia, como la expresión geopolítica de la puja interimperialista, fenómeno que marcó agresiva y luctuosamente a la primera mitad del siglo XX (Hobsbawm, op. cit.).
Ya hemos explicitado que las últimas dos décadas, las que suelen definirse como la globalización, han pretendido negar la existencia de ese fenómeno llamado imperialismo (Gejo, 1997), y lógicamente, tras eso, darle la espalda a las contradicciones que éste señala, que éste representa. Pero este período que se llama globalización en verdad no es otra cosa que una profundización del proceso de internacionalización, el que agudiza el cuadro de contradicciones engendradas por el sistema mundial, imperialista. Es que las décadas de crecimiento de la postguerra reinstalaron, hasta cierto punto, el equilibrio entre las tres geografías capitalistas históricamente desarrolladas, centrales o imperialistas, por un lado, al tiempo que en los últimos cuarenta años se ha producido un retroceso ostensible de las periferias, que han visto reducidas sus posibilidades concretas de expandir su oferta exportable en los mercados desarrollados, a la sazón, la demanda concentrada expresada geográficamente (Beinstein, op.cit.; Amin, op. cit.). Un caso paradigmático lo constituye África. En menor medida, pero registrando también una palmaria regresión comercial se encuentra Latinoamérica. Como excepción periférica encontramos a los denominados países de reciente industrialización del este de Asia, cuya evolución ha estado signada, más allá de las interminables, inconclusas y desechables polémicas respecto de las políticas económicas (Chang, 2002), por su situación estratégica en el contexto regional de guerra fría más el hecho de encontrarse en el área de influencia de la reconstrucción del capitalismo industrial asiático, el Japón, cuya evolución entre los años ’60 y los ’90 no ha tenido parangón alguno.
Este mundo, donde la periferia ha perdido posiciones, visibilidad, ha reforzado algunos de los diagnósticos clásicos de las regiones menos avanzadas y que fueron alumbrados al socaire de los decisivos acontecimientos del siglo pasado: su estructura económica vulnerable, escasamente diversificada, tras las crisis del año ’30; (Bunge, 1940) su carácter periférico, descubierto a la hora de responder con una estrategia de mediano plazo a las definitivamente mutadas condiciones del mercado mundial; (Prebish, 1981) y su constatable dependencia (Dos Santos, 2004), ideológicamente mitigada ahora bajo la forma de una aguda e inevitable interdependencia, como la resume esencialmente la denominada globalización, pero que termina por ser cuestionada cuando las crisis acentuadas se presentan descarnadamente con sus secuelas de pauperización, marginalidad extendida e inestabilidad social y política (Beinstein, op. cit.).


LA ARGENTINA COMO GEOGRAFÍA

Argentina viene de sufrir una crisis de una hondura inigualada en su historia moderna. El fin de la experiencia de la década pasada se coronó con las rebeliones decembrinas. El país ha ocupado desde entonces el lugar del fracaso internacional, pero también el de un resuelto protagonista de la resistencia antiglobalizadora. Es en este nuevo cuadro de situación que observamos el reposicionamiento de discusiones hasta ayer impensadas. La nación como proyecto, por ejemplo, vuelve a ser tema de debate para los intelectuales. Es por eso que resulta crucial comprender la crisis argentina; porque la mayoría de las interpretaciones, creemos, son aproximaciones parciales, incompletas y porque no contamos con el pasado como activo para enfrentar otras crisis.
El escenario de la presente encrucijada argentina es un subproducto del despliegue de la crisis internacional. La continuidad de los sucesos fallidos acaecidos en la periferia desde el pionero "Tequila", atravesando el este de Asia, recalando en Rusia y Brasil, luego, para desembocar en Turquía y en el Río de la Plata, más tarde, ponen en duda, por cierto, las diferentes explicaciones herméticamente encerradas en cada una de las coordenadas nacionales de los eslabones de la otrora feliz cadena de los emergentes, así como también debieran cuestionarse las objeciones simplemente técnicas, las que pretenden circunscribir las causas de estos fallidos desenlaces a erradas y aisladas políticas económicas.
En nuestro país, la debacle de la espina dorsal de los noventa, la Convertibilidad, puso en marcha estos pases de factura al interior de las posiciones sistémicas, capitalistas. Tiende a incrementarse la presión de aquellas propuestas que claman por abandonar la ortodoxia (neoliberalismo) y abrazan el cambio de rumbo propugnado por la heterodoxia (neodesarrollismo). Este viraje, este volver a la experiencia keynesiana, implica un mayor apego por la materialidad de los procesos económicos, un alejamiento de la abstracción característica  de la ortodoxia. No es una casualidad, entonces, que con el recatado regreso de las verbalizaciones heterodoxas, la producción, la intervención del Estado y las regiones cobren nuevamente vida, obtengan un lugar, aquél que les negaba el discurso neoliberal.
Tampoco es aleatorio que recomiencen las discusiones sobre la necesidad de cuestionar la estructura económica del país, al parecer disfuncional respecto de su supervivencia -en el largo plazo- como una realidad única, integral. Se desarrolla allí una crítica que va más allá de la década pasada, y empalma esta experiencia con la del período abierto desde mediados de los años setenta, refiriéndonos, claro está, al curso impuesto por el "Proceso de Reorganización Nacional" y su política económica, el plan del dos de abril de 1976, el del superministro José Alfredo Martínez de Hoz (Calcagno y Calcagno, 2004).
Pero entender a la Argentina como una cuestión geográfica, como una geografía, como un proceso de diferenciación material, nos impone ineludiblemente dotar al análisis de historicidad, de profundidad histórica. La Argentina, como geografía, es un producto de la temprana configuración del mercado mundial, en la segunda mitad del siglo diecinueve, a la cual se adscribe dentro de una modalidad capitalista periférica. Ahora bien, una modalidad de adscripción exitosa no modifica la centralidad de su carácter periférico. A saber, un desarrollo capitalista tardío; un crecimiento no autónomo, ligado excesivamente al mercado externo, una especialización primaria unilateral y las notorias falencias, por ende, para integrar el mercado interno.
Fue la crisis de los años treinta la que puso al descubierto este cuadro de precariedades, obligando a la burguesía argentina a reformular, parcialmente, la estructura del país. La respuesta inmediata le correspondió a los conservadores, que trataron de preservar los negocios de exportación adosándole una estrategia acotada de diversificación económica, asentada en el mercado interno (Baldinelli, 1997). Al Peronismo le cupo durante los años cuarenta profundizar el giro mercado-internista, reafirmando la intervención estatal y extendiendo el mercado interno, vitales para la expansión de la industrialización. Finalmente, fue el Desarrollismo el último intento burgués de abogar por la diversificación de la estructura del país, asumiendo la "necesidad" de atraer las inversiones de las multinacionales como una vía de asociación con el imperialismo, en un cuadro de situación internacional ya visiblemente modificado respecto del contexto inmediato de posguerra (Gejo y Liberali, 1990).
Pero desde mediados de los setenta, el proceso registra un vuelco fundamental. Con el tiempo se ha comenzado a identificar a los programas económicos como neoliberales, un certificado de alcance mundial, aunque ya antes de ese reconocimiento la burguesía argentina fue una de las precursoras en iniciar la readaptación a las circunstancias internacionales, de las que no ha regresado, más allá de los vaivenes discursivos.
Es en este nuevo cuadro de situación en el que se han agravado notoriamente todas las conocidas limitaciones del "subdesarrollo" del mercado interno, precisamente lo que había imposibilitado históricamente el desenvolvimiento de las regiones (Gejo y Liberali, 2003).
Resumiendo, en el contexto mundial, el caso argentino debe ser comprendido como el ejemplo de un capitalismo periférico que no se halla en el área de influencia directa de un centro de demanda de algunos de los imperialismos concretos, lo que no le ha permitido el despegue de algún sector jalado unilateralmente por aquél, como podría ser, para hablar de nuestra región, Latinoamérica, el caso de México; o por no poseer un mercado interno lo suficientemente amplio potencialmente como para continuar siendo atractivo para una radicación industrial multinacional, destinada ésta a servirse de esa demanda circunscripta geográficamente, como puede ser el ejemplo brasileño.


BIBLIOGRAFÌA

ACHKAR, Gilbert et al (2003): “El Atlas de Le Monde Diplomatique”. Buenos Aires.
ALBERT, Michael (1992): “Capitalismo contra Capitalismo”. Edit. Paidós. Buenos Aires.
AMIN, Samir (1995): El futuro de la polarización global. En Realidad Económica Nro 130. Buenos Aires.
BALDINELLI, Elvio (1997): “La Argentina en el Comercio Mundial”. Editorial Atlántida. Buenos Aires.
BEINSTEIN, Jorge (1999): “La Larga Crisis de la Economía Global”. Editorial Corregidor. Buenos Aires.
----------------------- (2004): Estados Unidos en el Centro de la Crisis Mundial, en Enfoques Alternativos. Año 3, nro 27. Buenos Aires, octubre – noviembre.
BERARDI, Ana Laura et al (2003): Geografía del Mercado Mundial. En Jornadas de Investigación de la Facultad de Humanidades, organizadas por la Universidad Nacional de Mar del Plata.
BUJARIN, Nicolai (1971): “El Imperialismo y la Economía Mundial”. Cuadernos de Pasado y Presente. Córdoba.
BUNGE, Alejandro (1940): “Una Nueva Argentina”. Editorial Kraft. Buenos Aires.
CALCAGNO, Eric y CALCAGNO, Alfredo (2004): « Una Argentina posible. Problemas políticos y recursos económicos.” Ediciones Le Monde Diplomatique. Buenos Aires.
CHANG, Ha-joon (2002): « Patada a la escalera: la estrategia de desarrollo y perspectiva histórica.” Anthem Press.
DELFÍN NETO, Antonio (2004): En la Teoría Liberal no hay Montañas, no hay Ríos, no hay Agujeros Negros. En Noticias del CeHu 1293/04 (www.centrohumboldt.org.ar).
DOS SANTOS, Theotonio (1998): La Teoría de la Dependencia y el Sistema Mundial, entrevista en Revista Herramienta nro 8. Buenos Aires.
--------------------------(2004): Neodesarrollismo ¿hacia dónde vamos?, en http://www.rebelion.org/
FUKUYAMA, Francis (1990): ¿El Fin de la Historia? En Doxa Nro 1. Buenos Aires.
GEJO, Omar H. (1995): “Sistema y Economía Mundiales”, en Benítez, J.; Liberali, A. y Gejo, O. Estructura Económica y Comercio Mundial. Ediciones Pharos. Buenos Aires; pp. 77 – 142.
-------------------(1997): “La Cuestión Periférica”. Centro de Estudios Alexander von Humboldt. Buenos Aires. Inédito.
------------------- (1999): La Década del ’90. Apuntes para un cuadro de situación, en Boletín del Centro de Estudios Alexander von Humboldt. Año 3, Nro 5. Buenos Aires, pp.13 y 14.
------------------- (2002): Crisis y Región. De la Inevitabilidad de un Regreso a la Necesidad de evitar una regresión. Jornadas sobre La Región, un ámbito para la planificación y la acción. Eje: Los enfoques teórico-metodológicos en los estudios regionales. Universidad Nacional del Comahue - Neuquén - Argentina, 20 al 22 de noviembre de 2002. En Noticias del CeHu 711/02 (http://www.centrohumboldt.org.ar/)
------------------- (2003): Los Hechos son Tercos, en Anuario de la División Geografía 2002-2003. Departamento de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Luján, 33-45.
GEJO, Omar y LIBERALI, Ana (1990): “Introducción al Análisis de la Evolución de la Economía Argentina”. Cuadernos de Geografía Económica. Buenos Aires.
-------------------------------------(2001): Globalización y Regionalización. Algo más que una contradicción aparente. En Anuario de la División Geografía 2000-2001. Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján, pp. 187-201.
GEJO, O., LIBERALI, A. y MORINA, J. (2001): Los Límites de la Globalización. En Actas del Octavo Encuentro de Geógrafos de América Latina. Santiago de Chile. En CD, pp. 316-322.
GEJO, Omar y MORINA, Jorge (2004): Más allá de los noventa. Boletín del Centro de Estudios Alexander von Humboldt. Año 7, nro 11. Buenos Aires, pp. 3 -11.
GEJO, Omar, MORINA, Jorge y VELÁZQUEZ, Guillermo. (2000): Economía y Territorio en la Argentina (1975-2000). La Violencia de los de Arriba. En Estudios Socio-Territoriales. Revista de Geografía. Año I, nro 1. CIG. Facultad de Ciencias Humanas. UNCBA. Tandil, pp. 97-116.
GEJO, Omar y VOLTOLINI, Humberto (1997): Convertibilidad y Comercio Exterior. En Boletín del Centro de Estudios Alexander von Humboldt. Año I. Nro 1. Buenos Aires, pp. 8-12.
----------------(1998): Las Exportaciones Argentinas. Una aproximación regional. En Boletín del Centro de Estudios Alexander von Humboldt Año II, nro 2. Buenos Aires, pp. 10-14.
GÓMEZ LENDE, Sebastián (2003): División Espacial del Trabajo y Desigualdades Regionales en la Inserción al Mercado Internacional frente al Proceso de Apertura Importadora y Re-estructuración Productiva en la Argentina (1991-1999). Tesis de Licenciatura en Geografía. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Inédito. Tandil. Argentina.
GUNDER FRANK, André (2004): Decadencia norteamericana, ascenso asiático. Prospectando el siglo XXI. En Enfoques Alternativos, Año 3, Nro 27. Buenos Aires, pp. 8-9.
HARVEY, David (2004): El ‘Nuevo’ Imperialismo: sobre reajustes espacio-temporales y acumulación mediante desposeción. En Noticias del CeHu 99/04 (www.centrohumboldt.org.ar)
HOBSBAWM, Eric (1999): “Historia del siglo XX”. Crítica. Buenos Aires.
KATZ, Claudio (2001): Materialismo y Dialéctica revisitados. En Dialéctica. Revista de Filosofía y Teoría Social. Año 9, nro 13. Buenos Aires.
---------------(2002): El Misterio Argentino. En Noticias del CeHu 652/02 (http://www.centrohumboldt.org.ar/)
LENÍN, Vladimir (1973): “El Imperialismo, fase superior del capitalismo.” Anteo. Buenos Aires.
PREBISCH, Raúl (1981): “Capitalismo periférico, crisis y transformación”. Fondo de Cultura Económica. México.
RAMONET, Ignacio (1997): “Geopolitique du Chaos.” Galileè. Paris.
THE ECONOMIST NEWSPAPER (1995): La Geografía aún sigue teniendo importancia. Las fuerzas del globalismo están siendo contrarrestadas por la vecindad. En Meridiano Revista de Geografía Nro 1. Centro de Estudios Alexander von Humboldt. Buenos Aires.
VOLTOLINI, Humberto y GEJO, Omar (2002): Lecciones de Geografía. Sobre algunas utopías reaccionarias. El caso argentino. En Boletín del Centro de Estudios Alexander von Humboldt. Año V, nro 8. Buenos Aires, pp. 3-8.
WALLERSTEIN, Immanuel (1974): “The Modern World System”. Academia Press. New York.


Extraido de Liberali, Ana y Omar Gejo (directores) (2009) La Argentina como Geografía. Políticas Macroeconómicas y Sistema Regional (1990-2005). Universidad Nacional de Mar del Plata. Centro de Estudios Alexander von Humboldt. Unión Geográfica de América Latina. Red Latinoamericana de Estudios Geográficos de la UGI. Buenos Aires. ISBN 978-987-97685-3-2; PP. 11-26.


No hay comentarios:

Publicar un comentario