sábado, 19 de mayo de 2012

Crisis estructural de un cultivo industrial: la fruticultura patagónica argentina

por Gerardo Mario de Jong*


Introducción
Existen muchos mitos patagónicos, entre ellos, aquel que considera a esta región de Argentina como un desierto. Obviamente no es tal. A ello ha contribuido una importante bibliografía que habla de los grandes espacios vacíos que la caracterizaron en el pasado y que, ahora, requiere del visitante un cierto esfuerzo para reconocer en los rasgos del presente aquella imagen creada. Por eso, a quién se dejó influir por esa imagen, le costará reconocer la Patagonia con alrededor de 100.000 ha de cultivos frutícolas intensivos sólo en el valle del río Negro y los valles inferiores de los ríos Limay y Neuquén (provincias de Río Negro y Neuquén), región a la que se ha dado en llamar “Comahue”, voz indígena que significa “divisadero”. Mucho más le costará verificar que el área urbana, cabecera de la misma, es una conurbación del orden de 500.000 habitantes, desarrollada en torno a la ciudad de Neuquén. Por otra parte, la región tiene una densidad de 3,5 h/km2, con un total de 1.026.977 habitantes en el último censo de 2001. Obviamente, no se trata de una alta densidad de población, pero decididamente no puede ser catalogada como un desierto. Más aún, regiones de Australia, otras de Siberia y ciertas regiones del centro de Asia, tienen densidades menores.

Los orígenes de la producción frutícola
Hacia 1930, la producción frutícola había sido organizada por el capital inglés, propietario del ferrocarril y de la empresa que estimuló a los productores, financió parcialmente su organización productiva y los capacitó en las técnicas del nuevo cultivo. La empresa inglesa de capacitación y comercialización se llamaba Argentine Fruit Distributors (AFD)[1]. Más aún, la actividad del capital inglés estuvo presente en los prolegómenos de la actividad durante las dos décadas anteriores, no sólo porque promovió esos cultivos, sino que también influyó en los procesos de subdivisión de la tierra ya que permitió el fraccionamiento de las grandes propiedades en parcelas de 10 a 20 ha. Asimismo, financió la planificación y construcción del sistema de riego que, con pocas diferencias, se conoce actualmente. Estas decisiones permitieron la conformación de un gran grupo de pequeños productores que, a través de la transferencia de excedentes, permitió a la AFD y a la empresa de transporte de la producción frutícola (ferrocarril) asegurar, mediante la forma de ganancias extraordinarias, tasas de ganancia acordes con las expectativas de los inversores ingleses. Es decir, que la planificación empresaria británica dio lugar a una nueva actividad mediante la fijación de la estructura temporal del capital (la forma en que opera) en un punto de partida, hecho que a su vez permitió definir su propio rol. La apropiación de excedentes se hacía, sobre todo, mediante el eficiente manejo de las tarifas de transporte ferroviario de la fruta fresca hacia los puertos, ya que este medio estaba bajo el control del capital inglés. Es decir que tanto los productores como los demás actores sociales vinculados, formaban parte de una estructura fuertemente condicionada y predefinida en el proceso de planificación/praxis llevado a cabo por el capital monopólico. En este sentido se definió mediante un verdadero proyecto de planificación capitalista, el papel del capital fragmentado de los pequeños productores frutícolas, frente al capital monopólico inglés.[2]
La AFD controló la comercialización de la fruta fresca que transportaba por el ferrocarril hasta el principal mercado nacional (área Metropolitana en particular) y el puerto de Buenos Aires, el que junto con el puerto de Bahía Blanca constituyeron los puntos de salida para la fruta de exportación. El capital comercial controló entonces la producción, renunciando a la integración vertical y evitó así intervenir directamente en la misma. Fue una decisión racional que tenía que ver con una maximización del excedente.
La expansión de los cultivos hace suponer que las explotaciones donde dominaban las de 10 a 20 ha, eran rentables, basadas en tasas de ganancia adecuadas tanto para el estrato fragmentado como para el monopolio inglés. Existe una determinación de tasa de ganancia  para la cosecha del año 1939/40[3], que obtiene para una explotación de 7 ha una tasa de ganancia del 27,2 %[4].
***
La crisis estructural
Muy distinta es la situación actual, donde una relativa baja calidad del producto y costos altos, no competitivos a nivel de los países productores del hemisferio sur, caracterizan a la producción frutícola de este privilegiado valle patagónico (el río Negro tiene un módulo próximo a los 1000m3/s, a lo que se suman las extensas terrazas cultivables). Esas evidencias de los problemas de la actividad subyacen a la hora de evaluar la crisis que la afecta. La manifestación de la misma mediante la movilización de los productores que han cortado las rutas regionales con una determinación de lucha que pocas veces se ha visto, ha inundado, pocos años atrás, los periódicos. Las dificultades del momento para colocar los volúmenes acostumbrados en Brasil y Europa, complementan el panorama, aún cuando una apreciación superficial otorga a este problema una dimensión excesivamente grande.
Para introducir claridad en el análisis de las circunstancias actuales es necesario distinguir los problemas estructurales de la actividad para desvincularlos de la coyuntura, paso imprescindible para poder adoptar soluciones o, al menos, señalar líneas de acción posibles. No es conveniente, por ejemplo, mezclar el retraso cambiario de propio de las políticas macroeconómicas de los años 1990 o las ventajas que actualmente ofrece un tipo de cambio favorable para la exportación de peras y manzanas, con tres décadas de conflictos. Este capítulo centra la atención en los conflictos estructurales con el objeto de ubicar allí un punto consistente de observación, con el objeto de ver desde el mismo a la coyuntura.
Una serie de estudios realizados en el Departamento de Geografía de la Universidad Nacional del Comahue[5], dirigidos por el autor de este trabajo, permiten distinguir entre los mencionados niveles estructurales y coyunturales involucrados en la crisis.
Es usual que se tienda a ver la coyuntura en forma desvinculada del contexto histórico, donde cada situación de crisis es analizada en forma particular. En los trabajos mencionados más arriba, base del presente documento, se mostraba cómo el largo proceso de descapitalización de los productores independientes[6], que se inició en los años 1950, pero que se hizo evidente en los años 1970 y que continúa hasta el presente, orientó progresivamente a las firmas del oligopsonio hacia la producción de fruta en sus propias explotaciones, ante la caída de la calidad entregada por los productores independientes. El ingreso masivo de esas firmas en la producción, se realizó mediante la puesta en valor de superficies grandes, con la aplicación de criterios de manejo extensivos a un tipo de cultivo necesariamente intensivo. Este proceso fue a su vez, la consecuencia del traslado de la ineficiencia de las empresas del oligopsonio a dichos productores independientes, mediante el manejo de los precios pagados por la fruta desde la situación de privilegio con que esas empresas ejercen su poder para la fijación del precio, por lo que fueron el factor fundamental de la descapitalización en forma progresiva de los productores independientes.
Iniciada la década del ’60 comienza a perfilar una mayor diferenciación del capital debido a los cambios tecnológicos en el procesamiento de la fruta post-cosecha (clasificación, empaque y sistema de frío, sobre todo), mediante la incorporación progresiva de la red de frío y, en menor medida, los sistemas complejos de embalaje y acondicionamiento de la fruta. Las empresas integradas de comercialización solamente tuvieron en ese momento tasas de ganancia favorables como consecuencia de la colocación de productos tempranos en los mercados europeo y brasileño, principalmente. Es decir que no hicieron nada en otros campos de innovación tecnológica y de gestión empresaria como para mejorar su posicionamiento en cuanto a precios de acceso al mercado[7]. En cuanto a los productores independientes, fueron cediendo progresivamente excedentes al capital oligopsónico. Este fenómeno se acrecentó en intensidad, a partir de las citadas innovaciones tecnológicas incorporadas por las firmas líderes, en la medida que era necesario amortizarlas. Los “nuevos capitalistas” (que reemplazaron a la AFD) habían adoptado el rol de empresas de comercialización (ideología mercantil) a partir del abandono de la actividad por parte del capital inglés en 1948, fecha de la compra del ferrocarril por parte del Estado, por lo que cayeron en el fácil método de apelar a los vicios del sistema de acumulación capitalista para lograr las tasas de ganancia deseadas.
Así, en esta etapa “primitiva” de acumulación, las empresas del muy incipiente oligopsonio lograron consolidarse como tales en base a:
·         Subsidios parciales del estado para el financiamiento de la incorporación de tecnología a las etapas de procesado post-cosecha (frío principalmente).
·         Aumento de las ganancias extraordinarias a partir del manejo de los precios pagados a los productores independientes[8].
La aludida diferenciación del capital y su correspondiente diferenciación de productos, consolidada y posibilitada por el cambio tecnológico, financiado en parte por el Estado y en parte por los productores independientes (en forma de cesión de ganancias a través de la comercialización), dio lugar a la ampliación del mercado externo en la forma ya expuesta. En este contexto, el elemento contradictorio fue el manejo de los precios como variable de ajuste de la tasa de ganancia a que aspiraba el capital oligopsonico, que prefiguró los consiguientes cambios estructurales: esto es, la descapitalización del productor independiente, que desde 1930 es el agente productivo principal, y la instalación de la indeseable práctica de los cultivos extensivos de frutales.
Resumiendo, lo importante es comprender la actitud que tomó el oligopsonio nacional, que no aprovechó los primeros momentos en que asumió el control de la actividad, para consolidar un papel a escala mundial, optando por dedicarse al "negocio fácil" del manejo de los precios del insumo principal: peras y manzanas, hecho que responde a la siguiente explicación:
-          la ideología mercantilista propia de las relativamente pequeñas empresas de venta minorista de fruta que reemplazaron a la AFD,
-          se puso en marcha el aludido "vicio" usual (ideológicamente usurero) de la reproducción ampliada del capital mediante el abuso de la posición de poder en el mercado adoptado por las firmas oligopsónicas
-          el desconocimiento por parte del Estado de la forma en que operaba el subsistema frutícola dio como resultado que el diseño y práctica de sus políticas sectoriales favoreciera este proceso en vez de regularlo.[9]
Entre los años 70 y 80 se produjo la aparición de las fuertes competencias de otros productores del hemisferio sur, como Sudáfrica y Chile, los que además de servir de estímulo a la innovación tecnológica citada, impusieron la necesidad de competir con una calidad óptima. Esto dio lugar a una contradicción entre la necesidad de mejorar la calidad para competir en tiempo y forma en el mercado, en un sentido, y el aumento de los costos de producción y la baja de los precios pagados al productor independiente, en el otro. Si el productor independiente se encontraba empobrecido, la consecuencia lógica es que produjera fruta de baja calidad. La opción racional del productor frutícola, luego de años de precios relativamente bajos, fueron prácticas culturales restringidas y sobre todo la falta de innovación tecnológica. Cierto tipo de cambios, sobre todo en cuanto al tipo de conducción, no fueron adoptados. Aún ahora, los productores de menos de 15 ha (66 % de las explotaciones) sólo tienen un promedio del 59 %[10] de los montes frutales con espaldera[11]. No obstante, como se verá, el nivel de deterioro del productor independiente no fue tan grave como para no se el refugio de las empresas oligopsónicas en sus momentos críticos.
Cabe advertir que las limitaciones estructurales no afectan mayormente la calidad de vida de la población, o la riqueza o pobreza de una región hasta el momento en que en términos de eficiencia capitalista la estructura queda sometida a algún fenómeno que la pone a prueba, en este caso la competencia que significaron áreas productivas más eficientes que surgieron en el hemisferio sur, las que pueden competir con mejores costos en los mismos mercados del hemisferio norte donde Argentina introduce su fruta. Paradójicamente la falta de regulación del sistema conduce a que el mismo camino que aseguró la apropiación de excedentes por parte de las empresas grandes contribuyó a su propia ineficiencia, ya que los cultivos intensivos en grandes superficies brindan ese resultado.
Como ya se adelantó, la estrategia adoptada por las empresas líderes consistió en la generación de producción en sus propias explotaciones, en un aumento progresivo de la integración vertical de las mismas. Se partió para ello del falso supuesto de que la ineficiencia de los productores independientes respondía a una conducta no racional por parte de éstos, fruto de la falta de comprensión de sus propias conveniencias, cuando en realidad el comportamiento de los productores fue el resultado de la conveniencia de obtener ganancias extraordinarias por parte de esas empresas. Es decir que adoptaron la estrategia inversa a la que estableciera el capital inglés en la década de 1930. Completaba este falso supuesto la creencia en que la eficiencia de la empresa con superficies cultivadas extensas era mayor y podía lograr calidad a costos competitivos. Esto no es así en éste y en otros cultivos intensivos debido a los problemas de manejo derivados (pérdidas de insumos, dificultades en el manejo de la mano de obra, tareas de control dificultosas, manejo ineficiente del riego, etc.).
Más allá de las contingencias debidas al tipo de cambio, el primer objetivo (calidad) no se logró en la medida que sólo lograron una calidad media[12] que, al menos, no se correspondió con las necesidades de competir. El segundo objetivo (costos competitivos) definitivamente no se cumplió.
Los vicios de la estructura se reflejan en los momentos críticos
Los conflictos que se verifican en la estructura productiva se reflejan distintos momentos críticos. Esos momentos están relacionados al comportamiento de los mercados que demandan fruta patagónica. En diversas oportunidades, sea por sobreproducción en la cosecha inmediatamente anterior del hemisferio norte (en condiciones ecológicas favorables), sea por condiciones de mercado en Brasil (país del hemisferio sur que produce manzanas, pero con demanda insatisfecha) reflejadas en una disminución de la demanda, los países productores del hemisferio sur compiten por una misma porción de mercado, donde se posiciona mejor aquel que tiene costos más bajos y mejor calidad, hecho que refleja una mayor flexibilidad a la hora de vender la producción.
Así, en 1993/94 hubo un momento crítico resultado de la superproducción europea del verano anterior. En ese momento, como ahora, se salvó la crisis con un subsidio a la actividad de 30 millones de pesos/dólares. En la cosecha 1997/98 y sus efectos hasta 1999, también la crisis se agudizó porque los brasileños compraron un 65% de fruta menos, como resultado de la variación del tipo de cambio que se produjo en ese país. En ese caso, ante el reclamo de los productores se comprometió un subsidio de 20 millones (aún cuando se reclamaron 30). En el tercer momento crítico, en oportunidad de la cosecha 2000/01, el problema se había agudizado nuevamente ya que en la misma línea de la trayectoria histórica de transferir la propias ineficiencias a los productores independientes, un grupo importante de estas empresas del oligopsonio han apelado a la convocatoria de acreedores[13] como método de establecer el precio y la forma de pago.
Vistos en mayor detalle, esos momentos críticos se manifestaron de la siguiente manera:
1 - En 1993/94 los problemas de la estructura se vieron evidenciados o afectados como resultado de la superproducción europea del verano anterior. En esa temporada, como consecuencia de la sobre oferta de ese continente[14], producto de un excelente año agrícola, hecho que motivó que los precios cayeran abruptamente y, con ello, el total del ingreso frutícola que hubiesen producido las exportaciones normales con ese destino. Pero, en las condiciones estructurales ya enunciadas, el productor independiente absorbió casi la totalidad del costo del momento crítico. En ese contexto, por primera vez en la historia de la fruticultura, la protesta de los productores se manifestó con el método de circular con sus tractores en las rutas, con cortes momentáneos, con la intermediación organizativa de la Federación de Productores.
En ese momento, como también sucedería más tarde, se salvó la crisis de coyuntura con un subsidio del orden de los 30 millones de pesos (que con el tipo de cambio de la ley de convertibilidad eran equivalentes a dólares) que implicó el retiro de los manifestantes de las rutas. El sistema de pago adoptado para abonar el subsidio fue un valor alícuota del precio pagado por kilo por las empresas de comercialización, que, eventualmente, hubiese permitido resarcir al productor independiente del bajo precio pagado por la empresa a la cual había entregado su producción. Ahora se verá que ese objetivo no se cumplió.
El subsidio fue un engaño, ya que fue entregado a los productores mediante la intermediación de las empresas empacadoras que debían pagar a los productores dos centavos por kilogramo. Ello significó que, si la empresa de comercialización estaba dispuesta o en condiciones de pagar 10 centavos por el kilogramo de manzana, ofrecía sólo 8 centavos al productor, ya que diferencia era pagada por el subsidio estatal, tarea encomendada por el Estado a la misma empresa. Es decir, dentro de la lógica del mínimo que el productor estaba dispuesto a tolerar.
En resumen, las empresas integrantes del oligopsonio recibieron el grueso del subsidio de una u otra forma, mediante el aludido manejo de los precios en el caso de la fruta entregada por productores independientes y, por vía directa, en el caso de la fruta producida por la propia empresa.
Más adelante, en la cosecha 1997/98, con proyección de los conflictos hasta 1999 (convocatorias de acreedores luego de recibida la cosecha en los primeros meses de ese año), también la crisis se agudizó porque Brasil compró, durante ese año, un 65% de fruta menos, aproximadamente, como resultado de la variación del tipo de cambio que se produjo en ese país en el contexto de la crisis provocada por la implementación de las políticas “neoliberales” adoptadas oportunamente por ese país. Ese comportamiento del mercado brasileño significó, en forma estimada, la pérdida de 6 millones de dólares de ingreso para la región.
En ese caso, ante el reclamo de los productores, se otorgó otro subsidio de 20 millones de dólares/pesos (aunque se reclamaron 30). El subsidio fue entregado con la sana intención de favorecer al pequeño productor: En primer lugar, no consistió en una alícuota por kilogramo producido sino que se entregó como valor estimado en base a las hectáreas plantadas con peras, manzanas y otros frutales; en segundo lugar, las explotaciones de más de 50 ha no recibieron subsidio y, finalmente, las de menor superficie sólo lo recibieron en su totalidad hasta un máximo de 15 ha plantadas, ya que desde esa superficie hasta 50 hectáreas el subsidio fue disminuyendo en una progresión aritmética. Si bien la intención ha sido noble, no debe escapar al lector que los 2 centavos por kilogramo que aproximadamente era el valor del subsidio para los productores que lo recibieron sin descuentos, fueron tenidos muy en cuenta por las empresas de empaque que compraron la fruta en el momento de fijar las condiciones de las operaciones.
No obstante, en esta segunda oportunidad, parte del momento crítico lo absorbieron las empresas empacadoras que operaron normalmente (ya se verán las consecuencias de esa actitud en las llamadas convocatorias de acreedores) y, como corresponde a las reglas de juego, la mayor parte la pagaron los productores a través de los mecanismos de formación de los precios (tasas de ganancia diferenciales). Todo ello, recuérdese, en el contexto de la crisis estructural de la cual son responsables, justamente, esas empresas. Parte de las necesidades financieras de las mismas fue trasladada a las empresas de venta de agroquímicos o de insumos para el empaque[15] debido a que las altas tasas de interés vigentes durante la convertibilidad hacían prácticamente imposible la toma de créditos formales. Encontraron una cierta flexibilidad en ese sentido, por parte de esas empresas proveedoras de insumos, ya que todavía la convertibilidad aparecía como inamovible y, en esas circunstancias, el costo financiero no era tan alto.
Convocatorias de acreedores y endeudamiento de las empresas líderes
Las necesidades financieras de las empresas de comercialización y empaque no provenían solamente de un año malo, sino que respondían a decisiones empresarias en materia de inversiones. Sucede que la expansión del mercado brasileño a partir de la constitución del “Mercosur” generó amplias expectativas en materia de colocación de la fruta regional. Había, además, indicios de posibles aperturas de otros mercados, situación que no se dio en tanto se sumó a la crisis estructural de la actividad, el tipo de cambio poco favorable, impuesto por la ley de la convertibilidad. Por lo tanto, esas empresas líderes, que también eran productoras (productores integrados) hicieron un esfuerzo notable para poner en valor nuevas superficies frutícolas bajo riego, para lo cual se endeudaron. ¡Es decir, que adoptaron decisiones intuitivas y no aquellas que respondían al conocimiento exhaustivo de la actividad: decidieron en el marco de la indeseable estrategia de producir la fruta que empacan! Ese endeudamiento resultó catastrófico y mostró la debilidad del sostenimiento de la producción de fruta en las explotaciones operadas por las firmas de comercialización. Más adelante, el análisis desarrollará esta afirmación exhaustivamente. El endeudamiento de las empresas líderes ha sido visto así por un técnico:
“Analizando la misma, [por la deuda], se observa claramente que la toma de crédito de capital de trabajo (crédito bancario), por parte de las empresa frutícolas de la región, descendió en forma importante a  partir de 1990. [...] En 1993 y conforme a los datos suministrados por el BCRA, esta deuda alcanzaba para el sector a los u$s 0,194/kg. En 1997, esa cifra llegó a u$s 0,125/kg [ambos datos en relación con el sistema bancario]. Es decir que la deuda del sector frente al sistema financiero cayó cerca del 35%.” [...] Sin embargo, el crédito de proveedores (llámese éste crédito con productores o comercios abastecedores de insumos), creció 300% en el período 1990/98. [16]
En otra palabras, ante el riesgo bancario y eventualmente la insolvencia, las empresas
líderes no trepidaron en canalizar sus necesidades financieras hacia los productores independientes. Esta canalización, concretada a través de los precios pagados al productor, se corresponde con el caso de las empresas que operaron en el mercado a cara descubierta en operaciones normales de compra-venta, las que en general, redujeron el precio a un mínimo (pera 0,12 centavos de dólar y manzana 0,10 centavos de la misma moneda, es decir un 30% menos que los valores históricos), aumentaron los períodos de pago y también los porcentajes de fruta descartada.
Las tasas de ganancia calculadas para estos años, cuyo manejo de la información acerca de las correspondientes variables independientes y procedimientos de cálculo se pueden consultar[17], arroja los siguientes resultados:

Tasas de ganancia en %

Años
5 ha
5 ha
8 ha
8 ha
12ha
12ha
15ha
15ha
25ha
25ha
50ha
50ha
Rendim.
30000
40000
30000
40000
30000
40000
30000
40000
30000
40000
30000
40000
1992
1,5
8,7
6,4
14,2
7,5
15,2
8,8
16,9
8,7
17,8
9,6
19,6
1994
-8,22
-4,14
-3,12
1,28
-2,97
1,12
-2,43
1,94
-3,27
1,34
-3,54
1,51
1998
-8,75
-4,69
-3,77
0,56
-3,69
0,31
-3,18
1,10
-4,07
0,42
-3,89
0,43

Fuente: Fuente: Elaboración propia en base a relevamientos de campo, valores comerciales y entrevistas en profundidad.

Los datos anteriores han sido graficados como figuran a continuación. El propósito es facilitar la lectura de los mismos para verificar la tremenda caída de las tasas de ganancia entre 1992 y 1994.

Tasas de ganancia 1992


Tasas de ganancia 1994

Véanse ahora las consecuencias de estas decisiones basadas en una mera omnipotencia del capital ideológicamente mercantil. En las dos cosechas ubicadas entre ambos momentos críticos, 1994 – 1998, los productores independientes sobrellevaron, en la medida de sus posibilidades, su posicionamiento dentro de las relaciones sociales de producción, ajustando su comportamiento en cuanto al manejo de sus explotaciones y del notoriamente reducido capital circulante disponible, a un cierto hábito de superación de las condiciones extremas. Si bien este fue un momento muy difícil para los productores independientes, estos parecían tener un margen de maniobra un poco más holgado que los productores integrados. Claro que los precios pagados por las empresas comerciales contribuyeron a la situación creada.
Ahora bien, si se analizan las curvas de tasas de ganancia, se puede percibir que las explotaciones más pequeñas, hasta 15ha registran tasas de ganancia más altas. Ello se debe a que los costos fijos tienen un peso relativo mayor en las explotaciones más grandes. Confróntese para ello la curva de 30000 y 40000kg en las explotaciones más grandes: esos costos fijos son extremadamente sensibles a la reducción de los rendimientos o de los precios. En las explotaciones hasta 15ha, normalmente de productores independientes, la situación difícil tiende a ser más llevadera. No obstante, se reitera que este trabajo estaría completo si se pudiese acceder a la información necesaria para determinar la tasa de ganancia en explotaciones de 100ha y más. Pero esa información es muy sensible para las grandes empresas. Lo que es posible afirmar, aún con un cierto riesgo, que las explotaciones de 100ha y más, tomadas aisladamente (no en forma integrada a la actividad de clasificación y empaque) no acceden a una tasa de ganancia superior a la de la chacra de 50ha que ya ha sido simulada. Imagínese el lector lo que, en este sentido, sucede en las explotaciones de los productores integrados, es decir las que pertenecen a las empresas líderes.
Se muestran aquí, con las tasas de ganancia verificadas en 1992, una cosecha normal ni mala ni excepcional el efecto tremendo de la manifestación del momento crítico a los efectos de poder comparar las cifras.
Una mejora relativa en los precios pagados al productor y el efecto, aunque sea mínimo, del primer subsidio, permitió una cierta calma social en los años 1995 y 1996 (la inquietud sólo se manifestaba en declaraciones de las asociaciones de productores, pero no hubo “tractorazos”). No obstante, el pico crítico recrudecería en 1998, según se desprende de los cuadros y gráficos que ilustran la situación de los productores independientes. Sucedió que los vicios del conjunto de las empresas oligopsónicas y la incapacidad del Estado concurrían a sostener la estrategia de las grandes firmas, se trate de las empresas locales (los capitales monopólicos del Alto Valle) o de aquellas trasnacionales. Obviamente, con efectos distintos según se trate de las estrategias a, b, c ó d, consignadas en cierre del capítulo anterior. Por otra parte, los productores independientes no estaban en condiciones de soportar más “aprietes” en materia de precios, y la resultante convocatoria de acreedores a la que se presentaron un número de firmas de las más importantes del Alto Valle, rebasó el vaso y las posibilidades de los productores independientes de superar la situación.[18]
La situación se desbordaría totalmente en 1999 cuando, después de las dificultades de 1998, el mencionado conjunto de firmas empacadoras monopólicas y otras industriales se presentaron a convocatorias de acreedores una vez recibida la fruta de la cosecha del verano de 1999 (la cosecha comienza con la pera Williams hacia el 10 de enero y finaliza con la manzana Granny Smith en el mes de marzo), esto es, cuando debían pagar a los productores el esfuerzo productivo del año frutícola que transcurrió entre abril de 1998 y marzo de 1999. Tome conciencia el lector de que esas firmas recibieron la última carga de fruta en sus galpones y luego cerraron los portones y se presentaron a convocatoria de acreedores.
Las tasas de ganancia que figuran a continuación son las que percibieron los productores independientes que lograron cobrar su cosecha. Aquellos que dependieron de los acuerdos consolidados nueve meses más tarde, no alcanzaron ni aún las ya bajas tasas de ganancia de los primeros.

Tasas de ganancia 1998

Se puede apreciar que las explotaciones con rendimientos inferiores a los 40.000kg/ha tuvieron tasas de descapitalización del orden del -4%. Mientras que aquellas con rendimientos de 40000kg, que es un rendimiento normal, apenas salvaron los costos ya que las tasas de ganancia son, en general, inferiores a 0,5% (excluida la chacra de 15ha que alcanzó un 1,1%).
Como ya se ha afirmado, sucede que en el nivel de la actividad en esos momentos y también ahora, los conflictos estructurales sólo se visualizan cuando se producen hechos macroeconómicos que ponen en evidencia la fragilidad de la estructura. La visualización del momento de la crisis, es decir, de la coyuntura, induce a los actores ubicados en los distintos eslabones del proceso productivo al reclamo y, al Estado, a poner paños de agua fría, más políticos que económicos. En esas coyunturas (1994/98), ambas actitudes subyacían en las decisiones adoptadas en los dos momentos críticos, todas ellas muy alejadas de la solución de los problemas estructurales. En otras palabras, los productores sólo lograron el espejismo de un apoyo estatal para la solución de sus problemas y, el Estado, sea por desidia, ignorancia o aquello que reúne a estos dos componentes: la falta de planificación y de equipos para llevarla adelante, sólo atinó a superar el conflicto estrictamente político (tal es el caso de los subsidios comentado más arriba).
La situación fue muy distinta en el caso de los productores independientes que en 1999 vendieron (más vale “entregaron” sin aspiraciones, en tanto fueron objeto de un engaño) su fruta a aquellas empresas que se presentaron a las convocatorias de acreedores[19], mencionadas más arriba, las que fueron muchas e importantes. Los acuerdos a que se llegó en cuanto al pago de la deuda contraída y sometida a la convocatoria son desconocidos. Indudablemente generaron situaciones de mucha mayor injusticia, ya que se considera que el precio pagado fue la mitad del que recibieron los productores que vendieron a los galpones de empaque que no se presentaron a convocatoria.
El momentáneo alivio vino de la mano de la crisis del 2001
La contradicción planteada por los altos costos de la producción propia de las firmas oligopsónicas puede resolverse únicamente con una revitalización del papel del productor independiente. Son múltiples las acciones que en este sentido se podrían concretar para dar asistencia técnica, proveer insumos y asegurar precios aceptables a los productores independientes por parte de las grandes firmas comercializadoras de su producción. No obstante, en 2002 se produjo una situación que llamará poderosamente la atención a quien observe las tasas de ganancia que figuran en los cuadros siguientes:

Tasas de ganancia excepcionales de la cosecha 2001/02

Tamaño explotación (ha)
5
5
8
8
12
12
Rendimiento (kg)
30.000
40.000
30.000
40.000
30.000
40.000
Tasas de g
33,72
53,13
39,33
58,25
43,73
63,83
Tamaño explotación (ha)
15
15
25
25
50
50
Rendimiento (kg)
30.000
40.000
30.000
40.000
30.000
40.000
Tasas de g
47,38
68,82
51,35
74,93
56,24
82,06

Fuente: Elaboración propia en base a relevamientos de campo, valores comerciales y entrevistas en profundidad.

Graficación de las tasas de ganancia de la cosecha 2001/02
Fuente: Elaboración propia mediante aplicación del modelo de rotación del capital con datos relevados en entrevistas en profundidad e información comercial.

El endeudamiento de los productores independientes y de parte del que habían asumido los productores integrados fue superado con el efecto de la devaluación del peso con el cese de la convertibilidad en 2002. El criterio de imputación no fue aquí en moneda constante, sino que valores se mantuvieron en pesos. No podía ser de otra manera, ya que más allá de la ley de convertibilidad (que establecía la equivalencia 1peso = 1 dólar) que la devaluación dejó de lado como ley, a los efectos contables, todos los insumos del proceso productivo fueron facturados en pesos (en el equivalente 1 peso/1 dólar, propio de la convertibilidad, pero en pesos). En el caso de compras a crédito, privado u oficial, las obligaciones habían sido contraídas también en pesos. Por lo tanto, cuando los productores recibieron el pago de su cosecha (al cambio posterior a la devaluación) los pagos fueron realizados también en pesos. En otras palabras, como el pago de la cosecha fue realizado en pesos, pero cuando ya las firmas de comercialización habían cobrado o habían concretado sus operaciones en dólares, los pagos fueron realizados en pesos devaluados entre dos, tres o cuatro veces, según la operación y el período de pago. Si bien las tasas consignadas en las matrices de estructura temporal del capital fue el resultado de la conversión de dólares a razón de tres por uno, no son aplicables directamente a cada caso porque existe una gran dependencia del momento y el acuerdo a que se hubiese llegado en el valor del dólar. Así, las empresas comerciales trataron de manejar los precios en su provecho.
También es cierto que el grueso del procesamiento pos cosecha se realizó cuando ya la devaluación había sido realizada y que, obviamente, es imposible saber que tipo de insumos habían sido ya contratados por los galpones de empaque. Lo que si se puede afirmar es que todas las tareas del año agrofrutícola fueron realizadas en la etapa del peso/dólar uno a uno, incluidas las que son propias de la cosecha. Parte de los gastos de la cosecha (sobre todo mano de obra) pudo tener cambios en los valores, pero no fueron significativos. En resumen, las ventajas apuntadas favorecieron tanto a los productores independientes como a los integrados en distintas proporciones, pero ambos tipos de empresas lograron sanear parte de la situación angustiante que tenía origen en las convocatorias de acreedores y en las dificultades generadas a partir de la convertibilidad, siempre en el marco de referencia estructural.
Esos últimos, los integrados, tuvieron que afrontar la modificación de los valores en la etapa de procesado pos cosecha pero ya habían ganado con toda la operación de sus unidades productivas primarias, según ya se dijo.
Conflictos estructurales y espejismos en la situación actual (año 2005)
Después del gran alivio a las condiciones económicas en que se encontraban las explotaciones frutícolas en 2001, introducidas por los precios en pesos pagados en el momento de la comercialización de la cosecha 2001/02, durante el 2002, todas las empresas pudieron salvar diversas situaciones. Las empresas de productores integrados, altamente endeudadas como se recordará, pudieron sanear una deuda que, en su momento, atribuimos a la expansión de los cultivos en explotaciones por ellos mismos operadas, decisión estratégica tomada ante la hipótesis (livianamente analizada) de una futura expansión de los mercados. Paralelamente, los productores independientes pudieron sanear su deuda contraída con sucesivos créditos de evolución pero, sobre todo, pudieron superar las angustias propias de años de fuertes dificultades.
Esa situación se dio durante el 2002 y, en mucha menor medida, en el año 2003. Luego los precios se fueron aproximando, en términos generales y paulatinamente, a los valores anteriores a la devaluación de 2002. No obstante, el dólar y el euro altos han permitido flexibilizar los mercados con un aumento notable de las exportaciones de fruta fresca y de jugos. Es así que las empresas oligopsónicas han dejado de pensar en los problemas estructurales de la actividad. Sus preocupaciones no están tanto en la administración de la producción para lograr posiciones más competitivas, según se despende de las declaraciones que hacen en los diarios, sino que se centran en el comportamiento de los mercados y en dónde colocar la fruta de menor calidad bajo el paraguas del tipo de cambio alto. Para el 2004 ya los precios de insumos, mano de obra, combustibles, y valor de la fruta pagada al productor independiente, etc., habían alcanzado su perfil histórico. Los precios al productor independiente tendieron a bajar, cosa que también ha sucedido históricamente.
En 2005, año tomado para la cuantificación de la estructura temporal del capital en una serie de explotaciones seleccionadas para comparar las tasas de ganancia evidenciadas en distintas épocas, la situación había vuelto a su “curso normal”. Basta ver los valores como argumento definitivo para afirmar lo dicho (ver los cuadros y gráficos que se muestran en este apartado).
Si se analizan la cifras de las tasas que arroja la estructura temporal de capital en explotaciones de 5, 8, 12, 15, 25, y 50ha, con rendimientos que van entre los 30.000 a 50.000kg, se puede observar que todas las explotaciones con rendimientos de 30 a 35.000kg/ha son inviables en las actuales circunstancias. A su vez, las que tienen rendimientos de 40.000kg/ha, que es un rendimiento relativamente alto para explotaciones promedio, en suelos buenos, pero no de los mejores, y que no estuvieron sujetas a un marcado proceso de descapitalización, las tasas de ganancia son excesivamente bajas para aquellas muy pequeñas y no cubren las aspiraciones del capital desembolsado en las más grandes, de 25 y 50ha.
Los rendimientos que en todos los niveles satisfacen las tasas de ganancia adecuadas al capital desembolsado son aquellas que tienen rendimientos del orden de 50.000kg/ha. En ese caso, debe aclararse que el procedimiento de manejo utilizado para cargar los datos incluye sólo 10 tratamientos fitosanitarios de los 15 recomendados. El criterio de imputación se adoptó porque es lo que normalmente sucede en estas explotaciones, causa que según el presente enfoque, está en la razón última de los problemas de sanidad (la sanidad tiene su costo ineludible).
Otra cuestión a considerar es que existe una cierta distorsión de la tasa de ganancia (en el caso de 5ha aparece con un valor que se puede considerar como mayor que el real) de las explotaciones de 5ha, ya que para ese cálculo no se consideró el uso de fuerza de trabajo, sino que el valor correspondiente fue reemplazado por el valor de una canasta familiar, en atención al interés de ubicar a este productor lo más cerca posible de su realidad (semi subsistencia) y, además, simular el límite más bajo de rentabilidad, que induce al abandono de la producción frutícola. Esta distorsión, a este nivel de rendimientos, no considera la descapitalización histórica de estos pequeños productores. Se puede afirmar, en base a las razones expuestas, que los mismos, en la práctica, ya no existen como tales.

Tasas de ganancia 2004/05

Superficie (ha)
5
8
12
15
25
50
Rendimientos (kg)
30000
30000
30000
30000
30000
30000
Tasa de ganancia g
-3,19
-1,20
-0,53
0,46
-0,18
0,52
Rendimientos (kg)
35000
35000
35000
35000
35000
35000
Tasa de ganancia g
-0,56
1,49
2,44
3,66
3,28
4,09
Rendimientos (kg)
40000
40000
40000
40000
40000
40000
Tasa de ganancia g
2,09
3,82
5,36
6,57
6,27
7,83
Rendimientos (kg)
50000
50000
50000
50000
50000
50000
Tasa de ganancia g
6,68
9,15
10,98
12,99
13,43
15,38

Fuente: Elaboración propia en base a relevamientos de campo, valores comerciales y entrevistas en profundidad.

Las curvas que figuran en el gráfico de los rendimientos de 40.000 y 50.000kg/ha permiten verificar el peso relativo del capital y costos fijos en las explotaciones más grandes, aquellas en que el manejo artesanal comienza a desdibujarse. Pero, si a su vez, el lector compara este gráfico con aquel que grafica los rendimientos de 30.000 y 35.000kg/ha, podrá constatar una vez más que en el caso de bajos precios o de bajos rendimientos, la curva se tiende a achatar por los mismos motivos. Es decir, que en la producción frutícola, las explotaciones grandes no pueden darse el lujo de ser ineficientes, salvo que exista un recurso, en este caso el productor independiente, como para recurrir (precios de por medio) a propósito de aumentar la oferta de fruta de primera calidad. Imagine el lector lo que puede estar sucediendo con las explotaciones de 100 y más hectáreas, aquellas que aquí no se han podido simular por falta de información. Este argumento alimenta una vez más las afirmaciones ya realizadas acerca de la producción en superficies grandes para este cultivo intensivo.


Tasas de ganancia 2004/05 (30.000 y 35.000kg/ha)
Fuente: Elaboración propia mediante aplicación del modelo de rotación del capital con datos relevados en entrevistas en profundidad e información comercial.

Tasas de ganancia 2004/05 (40.000 y 50.000kg/ha)
Fuente: Elaboración propia mediante aplicación del modelo de rotación del capital con datos relevados en entrevistas en profundidad e información comercial.


En resumen, la evidencia de la llamada crisis estructural arrojo, en el transcurso del tiempo, las siguientes manifestaciones:
1 – Las explotaciones más pequeñas dejaron de ser rentables, aún manteniendo constante el manejo (máxima eficiencia en cada época) y el tipo de monte frutal (variedades y especies) a través del tiempo.
2 –Todas las tasas de ganancia tendieron a bajar a través del tiempo. Esta afirmación se puede verificar tanto en las explotaciones de los órdenes de las 8ha, distinguidos de forma especial en los cuadros que aquí se muestran, al igual que en las de 15 y 50ha, también resaltados. Aquellas de 8ha pasaron de una tasa de 3,6 a otra de -1,2. Las de 15ha tenían una tasa de 10,4 en 1992 y pasaron a otra de 3,66 en 2005, con el mismo rendimiento y con condiciones excepcionales de mercado instaladas a partir de la devaluación de 1992. Siempre dentro de rendimientos comparables, las explotaciones de 50ha pasaron de una tasa de 19,6 en 1992 a otra de 7,83 en 2005.
Estas observaciones son de especial atención, habida cuenta que en los mismos años, otras regiones del hemisferio sur fueron perfeccionando su competitividad hasta el punto de desplazar a la Argentina de la posición privilegiada que tuvo en el pasado, cuando era el único oferente en contra estación para el hemisferio norte. Esa situación está relacionada, obviamente, con la ineficiencia estructural que se ha afirmado y demostrado reiteradamente y desde distintos enfoques en este trabajo. Es, justamente, la riqueza en la información manejada, a la vez que la determinación específica del número con que se define una tasa de ganancia, el componente central de este análisis. He aquí como una forma en que técnicas modernas de cálculo, asociadas a la riqueza de la información procesada, dentro de un objetivo de conocimiento que evita la fragmentación del objeto de estudio, resultan en un diagnóstico eficiente para la toma de decisiones. Ello permitirá formular, hacia el fin de este capítulo, las bases para un plan de reconversión de la fruticultura.
Las empresas trasnacionales y las empresas tradicionales: problemas comunes
El proceso de transnacionalización de la parte comercial y de clasificación y empaque de la actividad, que tuvo su comienzo en una empresa que todavía aparecía como una excepción en 1992 (Expofrut) y que está consignada en el cuadro de clasificación por estrategias adoptadas hacia el fin del capítulo anterior, prosiguió y se consolidó hasta el presente. Todas ellas son, en principio, asociaciones entre capitales nacionales y capitales foráneos. Entre las firmas existen diversos grados de integración y asociación: desde firmas que opera a través de una filial local de aquella del exterior, originaria, hasta aquellas que asocian a productores independientes donde éstos se transforman en casi un empleado de la firma mayor, aunque conservan ideológica y legalmente hablando, su condición de propietario. Ya en 2000 existían seis firmas de estas características, número que se incrementó hasta el presente.
Las empresas trasnacionales tuvieron y tienen una mayor eficiencia capitalista, aunque no la eficiencia deseable. Al respecto, tómese como ejemplo el caso de una transnacional (Expofrut) que en la década de 1990 decidió acrecentar su capital productivo sobre la base de la liquidación en remate o por compra directa y a precio vil de los activos de otras empresas (Gasparri en el pasado) y que recientemente intentó la compra de una de las empresas tradicionales más importante. Esa empresa, que actualmente pertenece a la multinacional supermercadista Univeg ha desarrollado una política paralela de “asociación” de pequeños capitales locales con otros de los países compradores, hecho que le permite manejar las cadenas de frío más largas, a la vez que tiene capturada la voluntad de esos pequeños capitales. La fruta, en esas cadenas, alcanza hasta la distribución minorista en Europa. Esto supone, para el conjunto corporativo, una extraordinaria capacidad de apropiación y distribución de excedentes entre los capitales del conjunto, que produce envidia por parte de las empresas locales tradicionales. Eso se debe a que:
a)     El manejo eficiente de los precios minoristas y mayoristas en el mercado europeo, en tanto paralelamente, todo el procedimiento de operación de los dos eslabones está perfectamente programado. Manejo de los precios y manejo y control de la demanda hasta el punto en que las manzanas y las peras llegan al consumidor con un ingreso asegurado y más que aceptable. El mismo es imposible de medir porque, como ya se mencionó, para elaborar matrices de estructura temporal del capital sería necesaria una masa de información cuya obtención merece un financiamiento adecuado y, además, cierta comprensión de que ese objetivo es de interés para planificar el funcionamiento de este tipo de empresas.
b)    Es posible planificar la producción en el punto de origen, en tanto la empresa de esta clase de corporación monopólica hace un seguimiento de las variables que tienen que ver con el comportamiento del mercado, como por ejemplo cambios en las tendencias del consumo, sobreproducción en los países competidores o en los países que tienen producciones similares del hemisferio norte, etc. La misma, puede ser concretada a través de acuerdos con los productores locales que se encuentran asociados y/o comprometidos en una relación consuetudinaria, surgida de la seguridad de un mínimo de responsabilidad en el manejo de la relación producción/precio, sólo hasta el límite de la reproducción del productor independiente asociado.
c)     La influencia del ejercicio del poder monopólico que caracteriza a las empresas del tipo de la citada anteriormente llega a anular el comportamiento de la oferta y la demanda con la práctica desaparición de la competencia. Sucede que esa empresa produce una parte importante de la fruta que procesa en sus propias chacras. Esa fruta producida en extensiones grandes es cara y tiene una alta proporción de fruta de baja calidad. Esa fruta de baja calidad que no logra colocar en el mercado interno a precios excesivamente altos, con el Estado como socio de los acuerdos de precios, es orientada a la industria. Los productores independientes que funcionan asociados a ese capital reciben una magra paga por su fruta, pero cubren la parte de buena calidad faltante. Esos productores, con una historia reciente de precios bajos, convocatorias, etc., aceptan esa relación subordinada a cambio de su reproducción como tales. Toda la fruta de buena calidad es vendida al mercado minorista en Europa a través de una cadena de supermercados. Es decir, la empresa trasnacional maneja su hipótesis de tasa de ganancia, con un mercado que opera monopólicamente cautivo. Se trata de un monopsonio sin fisuras.
Pero aún en ese caso, la eficiencia en el manejo del mercado es facilista y conlleva problemas hacia el futuro, o al menos, supone tasas de ganancia menores a las posibles, si se persiste en una proporción relativamente grande de producción en explotaciones grandes operadas por la misma empresa monopólica.
Inevitablemente, los precios pagados a los productores independientes siguen siendo la vía para expiar la ineficiencia que supone la explotación de unidades productivas de 100 y más hectáreas. Son esas transferencias de excedentes, desde la parte fragmentada del capital del subsistema hacia las empresas líderes, las que cubren esas limitaciones productivas.
La estrategia de producir en las explotaciones manejadas por las empresas comerciales (productores integrados), generalmente de tamaño excesivamente grande para un cultivo intensivo, como es el caso de los frutales de pepita, no tiene futuro en materia de eficiencia capitalista. El futuro de esta práctica arroja dos resultados posibles:
a)            las empresas sufrirán las consecuencias traducidas en reducción de las tasas de ganancia o (sobre todo en las empresas trasnacionales),
b)            las empresas dejarán de producir en sus propias explotaciones y se concentrarán en establecer una eficiente relación con productores independientes (con control de la calidad de las prácticas de manejo) y a manejar con su mayor capacidad de control de las cadenas largas de frío a los mercados de destino de la fruta
Ya estos fenómenos se han comenzado a dar en Chile, donde la empresa Dole está vendiendo explotaciones y finalizando contratos de alquiler, para así dedicarse exclusivamente a la comercialización. Jonathan Bass, gerente de esa empresa en Chile, dijo que su empresa “sigue tan activa como siempre, menos en ser productora”[20]
Esto es especialmente significativo cuando los altos costos de la actividad reconocen su razón de ser en las enormes dificultades para reducirlos en el caso de las explotaciones extensivas de cultivos intensivos, propias de las grandes empresas del monopolio frutícola. Un ligero aumento de las tasas de ganancia de los productores independientes asegurarían un producto de calidad, renovación progresiva de los montes y prácticas de manejo adecuadas. Eso evitaría la actual práctica de producir mucha fruta para extraer la de mejor calidad para los mercados externos de altos ingresos, la de calidad media y baja para los mercados marginales y el mercado nacional y, la de mala calidad, para la industria. Práctica obviamente detestable, en tanto hasta la sanidad vegetal entra en los cálculos de rentabilidad en función de las expectativas que genera año a año la demanda posible.

Mercaderes o empresarios?
Cabe ahora considerar en qué consistió la ineficiencia de las empresas del oligopsonio. Cómodas en el papel adoptado de definir impunemente cuánto le permitían ganar o perder a los productores independientes, según la ideología usurera con que se conducen, se encontraron a través de los años con que la fruta que reciben de éstos no alcanza para cubrir las propias falencias, tal cual se puede apreciar en la actitud asumida en el momento de la comercialización de la cosecha 2000/01.
Esta comodidad, que finalmente puso en riesgo la propia existencia de parte de las empresas líderes y que favoreció la trasnacionalización de la actividad, se verifica en la falta de comportamientos empresarios acordes con la alta responsabilidad que cabe en cuanto a que lograban y todavía logran (la evidencia está dada en que siguen apelando a recursos desleales, como la convocatoria de acreedores, para fijar el precio), tasas de ganancias extraordinarias en base al conjunto de relaciones de comercialización (acumulación) con la multiplicidad de pequeñas empresas pertenecientes a los productores independientes. Las falencias que históricamente se han perfilado son las siguientes:
a) Desconocimiento del comportamiento agroecológico del valle
Para estas empresas los suelos del área de producción son todavía una incógnita. A duras penas conocen algo de los suelos de las extensiones que dedican a cultivos propios, pero no conocen aquellos que utilizan sus proveedores. Esto significa que no pueden contar con aquellos datos que pueden habilitar parámetros de exigencia a quienes les confían la fruta con que conformarán su propia oferta. En cuanto al conocimiento de las condiciones climáticas, del comportamiento de los niveles freáticos y de los problemas conexos del sistema de drenaje, ocurre otro tanto. El valle no es homogéneo desde el punto de vista climático: nunca constituyó un objetivo de estas empresas contar con buenos pronósticos para heladas que superen la información generalizada para el conjunto de la región, como tampoco sucede con las precipitaciones de granizo, vientos, intensidad de los vientos y temperaturas. Todos estos indicadores son fundamentales para el desarrollo de los cultivos y para el comportamiento del año agrícola. En materia de niveles freáticos existe una serie de problemas derivados de la regulación de los ríos que deben ser manejados conjuntamente con el sistema de drenaje, problemas que debieran constituir, para las empresas en cuestión, un objeto de conocimiento suficientemente importante como para superar los históricos reclamos al estado para que se haga cargo del tema.
b) Comportamiento de los proveedores
Nunca fue un objetivo deseado el conocimiento acerca de cuáles eran las condiciones con que operaban los proveedores. Como es fácil entender, las consecuencias del manejo histórico de los precios por parte de las empresas que concretan el eslabón entre la producción y el consumo, generaría inevitablemente dificultades en la economía de las empresas de los productores independientes, hecho que repercutiría inevitablemente en la cantidad y calidad del producto entregado por éstos, condición necesaria de las tasas de ganancia diferenciales logradas por las empresas que lideran esa relación monopólica. El productor, a su vez, no tenía ni tiene la posibilidad de discutir el precio, salvo las descargas emocionales durante las distintas instancias de la operación de compra/venta de su producto. Por lo tanto, la consecuencia fue la progresiva disminución de las prácticas de manejo. Este fenómeno, para las empresas líderes, era equivalente a sucesos extraplanetarios y no a quienes entregaban el producto que justificaba y justifica todavía su propia existencia.
c) Comportamiento de los clientes
Otro tanto sucede con los clientes. Se desconocen normalmente las condiciones de los mercados que reciben la fruta, los gustos del consumidor, la dimensión de la porción dispuesta a consumir sólo fruta orgánica tratada con controles biológicos, los gustos en materia de presentación del producto, las características de las operaciones entre mayoristas y minoristas.
En general, se desconoce toda la información necesaria para definir una estrategia de penetración y mantenimiento del mercado de acuerdo a las particularidades de cada país. Por ejemplo, si es necesario establecer en el país demandante empresas mayoristas y aún minoristas, si las necesidades de control de esos mercados (es decir de control de los excedentes generados en los últimos eslabones de las cadenas de comercialización) lo aconsejan. Como las últimas decisiones en materia de asociación de capitales tomadas por las empresas en cuestión lo indican, no es arriesgado suponer que es más fácil el incremento de los excedentes apropiados por éste camino, que por el de invertir en el aumento de las superficies de montes productivos de su propiedad y por ende, de su manejo.
d) Comportamiento de los competidores
El conocimiento que se tiene de la forma de operar de éstos parece reducirse a cuestiones contables acerca de los precios de los insumos, de los costos de operación y mantenimiento de equipos, del costo de la mano de obra, etc. Pero el conocimiento sobre cómo operan los competidores significa atender a preguntas esenciales tales como, por ejemplo, por qué Chile basa su producción en el pequeño productor independiente como agente principal del subsistema frutícola, o por qué Sudáfrica tiene un sistema de clasificación y empaque cooperativo, o por qué, finalmente, Nueva Zelandia centra una parte substancial de su actividad empresaria en el desarrollo de nuevas variedades. Asimismo, es importante manejar las implicancias de la concentración europea de la demanda, donde una sola cadena de supermercados ingleses vende más manzana “golden delicious” que toda la oferta neocelandesa[21]. O porqué, por ejemplo, la importante exportadora sudafricana Capespan se acaba de asociar a la empresa irlandesa Fyffes, líder en venta de frutas frescas, para responder a las necesidades de competir en el mercado europeo.
e) Laboratorios de investigación y producción genética
El principal argumento para que este laboratorio no se instale es que el costo de su montaje y operación requiere de la participación de varias empresas beneficiarias, pero hay que tener en cuenta que la asociación de capitales no se inventó ayer, sobre todo cuando se trata de empresas líderes de una actividad. Otro argumento es que en el mismo período necesario para el desarrollo de una nueva variedad, se puede aclimatar una variedad traída del exterior. Este último argumento es extremadamente pobre, a menos que las empresas mencionadas renuncien a llevar adelante una estrategia productiva destinada a ampliar mercados.
En materia de financiamiento de la investigación para el desarrollo de nuevas variedades, puede mencionarse el ejemplo de Estados Unidos, donde se ha establecido el Tree Fruit Research and Extension Centre (TFREC), que depende de la Universidad estatal de Washington y está financiado en un 20% por el estado y en un 80% por el sector privado o porqué la insistencia de Nueva Zelanda en producir nuevas variedades.
En el momento en que las empresas líderes de la fruticultura en Argentina pudiesen comenzar a dar respuesta a estos y otros temas, se podría dar como iniciado un proceso de recuperación de la fruticultura patagónica.

Bibliografía
BANDIERI, Susana y BLANCO, Graciela: en de JONG, G. M. y TISCORNIA, L..M. et al., "El minifundio en el Alto Valle del Río Negro: Estrategias de adaptación, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, 1994.
BONGIORNO, Aldo: “Costos de producción frutícola en el Alto Valle de Río Negro”, Revista de Investigación Agropecuaria, INTA, Bs. Aires, 1970.
de JONG, Gerardo M., Coordinador, et al.: Subsistema Frutícola del Alto Valle del río Negro. Informe final. Incluye Volumen de Anexos, 1986.
de JONG, G. M.. y TISCORNIA, L..M. et al: "El minifundio en el Alto Valle del Río Negro: Estrategias de adaptación, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, 1994.
de JONG, G. M.: “Cambios estructurales en la fruticultura del Alto Valle”, Realidad Económica Nº 136, Instituto Argentino para el Desarrollo Económico, Buenos Aires, Diciembre de 1995.
Consejo Federal de Inversiones (CFI): Fruticultura en perspectiva, CFI-Provincia de Río Negro, Buenos Aires, 1998.
LOJO, J.: Diario Río Negro, 29 de noviembre de 1998.
de JONG, G.: Análisis regional, estructuras agrarias y estrategias de desarrollo en la fruticultura del Alto Valle de la cuenca del río Negro, LIPAT, U. N. del Comahue, en prensa, Neuquén, 2008.
Diario Río Negro, Suplemento RURAL, 8 de Setiembre de 2007.
LOJO, Javier: La concentración de la demanda está modificando el panorama frutícola, diario Río Negro, 13/6/99.
MATUS, Carlos; Planificación de Situaciones, Fondo de Cultura Económica, México, 1980.



* Doctor en Geografía, título expedido por la Universidad Nacional de La Plata, Investigador categoría 1 del Ministerio de Educación de la Nación de Argentina, Profesor de posgrado en las universidades de La Plata, Río Cuarto y del Centro. Visiting Scientist del ITC de Holanda, 45 años en experiencia en investigación, integrante de comisiones evaluadoras del CONICET, Director del Laboratorio Patagónico de Investigación para el Ordenamiento Ambiental y Territorial (LIPAT) de la U. N. del Comahue. Dirección postal: M. González 416, 8300 Neuquén, Argewntina. Teléfono: 54-299-4424974. Correo electrónico gmdejon@ciudad.com.ar
[1] AFD: Argentine Fruit Distributors, empresa de comercialización creada en 1928, la que junto al ferrocarril se constituyeron en instrumentos esenciales de la acumulación del capital inglés.
[2] Cfr. MATUS, Carlos; Planificación de Situaciones, Fondo de Cultura Económica, México, 1980. En el Capítulo 9 que refiere a “Planificación de situaciones y praxis situacional”, este autor dice: “Lo que se planifica es aquella parte capaz de arrastrar al todo en la dirección y por el cauce previsto. La parte de improvisación, de espontaneidad y de cálculo inmediatista, no es una desviación del plan, es un complemento indispensable y natural de su ejecución práctica.” Este espíritu estuvo presente en la acción planificadora del capital monopólico.
[3] BANDIERI, Susana y BLANCO, Graciela; Op. Cit. 1994.
[4] La tasa de ganacia de una explotación similar en 1990 era de 3,6%, en 1998 de -3,4% y, en 2001 de aproximadamente -6%. Es decir que esa explotación es actualmente inviable en la medida que el proceso de descapitalización es acelerado. Existen algunos investigadores que rechazan la posibilidad de determinar tasa de ganancia para lo cual se cuenta con la metodología aplicada en los estudios citados más arriba, la cual responde al marco conceptual expuesto en el Capítulo II, no obstante la realidad que muestra el conjunto de manifestaciones de la crisis frutícola parece demostrar todo lo contrario.
[5] a) de JONG, Gerardo M., Coordinador, et alia; Subsistema Frutícola del Alto Valle del río Negro. Informe final. Incluye Volumen de Anexos, 1986.
b) de JONG, G. M.. y TISCORNIA, L..M. et alia; "El minifundio en el Alto Valle del Río Negro: Estrategias de adaptación, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, 1994.
c) de JONG, G. M.: “Cambios estructurales en la fruticultura del Alto Valle”, Realidad Económica Nº 136, Instituto Argentino para el Desarrollo Económico, Buenos Aires, Diciembre de 1995.
[6] A partir de este punto y a fin de hacer más comprensible el análisis, éste se limitará a dos grupos de actores principales:
a) Oligopsonio: Empresas que reemplazaron a la AFD, que en un principio se ocuparon de la comercialización de la producción, las que mediante la red de frío y tecnología de empaque diversificaron el producto para mercados alternativos. Cuando se habla de productos diferentes se trata de variedades, calidades y presentación (empaque) diferentes. En las décadas que transcurren entre los años 1970 y 1990 estas empresas incorporaron en forma masiva la producción generada en sus propias explotaciones, en forma de grandes unidades productivas. Una parte de ellas, las de capitales más pequeños, abandonaron la actividad en las décadas de 1950 a 1970.
Las empresas de productores integrados son un subgrupo, desde un punto de vista conceptual, del oligopsonio: son aquellas empresas que no solo comercializan, sino que producen alrededor de un 50% de la fruta que ofertan. Obviamente, existen empresas que sólo comercializan, tal el caso de Dole, pero condicionan de tal manera a los terceros que les entregan su fruta que su relación con ellos es también de tipo monopólica.
b) Independientes: Son los productores más pequeños, normalmente entre 10 y 50ha, aunque los puede haber con mayor superficie en explotación. En este grupo se encuentran los productores minifundistas, los que normalmente tienen menos de 10ha y cuya tasa de ganancia no permite la innovación tecnológica (primer paso de la descapitalización). Entre ellos, los productor es de menos de 5ha ya han quedado fuera del subsistema frutícola, ya que tienen una tasa de ganancia negativa que no reconoce años “buenos”. Las restricciones de las generalizaciones en cuanto a superficie se deben a las normales variaciones de las condiciones agroecológicas.
[7] Por ejemplo, montaje de empresas encargadas del comercio mayorista-minorista en los países con mercados insatisfechos, investigación en el conocimiento de la modalidad de operación de los países competidores del hemisferio sur, investigación genética para el desarrollo de variedades locales de óptimos rendimientos, etc.
[8] Períodos de pago prolongados, manipulación de la proporción de descarte (fruta de mala calidad que se retira de la operación o que implica una operación distinta), reducciones graduales del precio pactado, reducción del precio pactado en el momento de la liquidación final, etc.
[9] de JONG, G. M.: “Cambios estructurales en la fruticultura del Alto Valle”, Realidad Económica Nº 136, Instituto Argentino para el Desarrollo Económico, Buenos Aires, Diciembre de 1995.
[10] TISCORNIA, Luis M. et alter; “Caracterización de los productores en estudio”, Capítulo IV del trabajo de  de JONG, G. M. y TISCORNIA, L. M.; El minifundio en el Alto Valle del río Negro, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, 1994.
[11] La espaldera es un sistema de conducción del desarrollo de la planta que facilita los procesos de poda, raleo y cosecha, el cual consiste en una estructura de postes y alambres donde se apoyan las ramas de perales y manzanos.
[12] En el momento de la cosecha se logra obtener fruta de distintas calidades en distintas proporciones. Obviamente, el objetivo es aumentar al máximo la fruta de primera calidad pero, paradójicamente el productor descapitalizado logra una mayor proporción de fruta de primera calidad que los productores integrados del oligopsonio de empresas de comercialización.
[13] Figura que permite la ley argentina de quiebras, mediante la cual un deudor se presenta ante un juez y solicita “convocar a sus acreedores”, por lo que declara el monto de su deuda y su capacidad de pago. Los acreedores “convocados” acuerdan entonces un quite muy importante de las acreencias ante el riesgo, cierto, de no llegar a cobrar nada. Cuando una empresa grande le debe a muchas pequeñas el mecanismo funciona muy bien, transformandose en una forma de reducción de los precios pactados.
[14] Según FUNBAPA, en ese momento todavía no se habían diversificado los destinos para la fruta del Alto Valle. En 1996, la mayor parte de las peras y de las manzanas producidas en esta región tuvieron como destino a los mercados externos, en particular, Brasil y Europa.
[15] Consejo Federal de Inversiones (CFI): Fruticultura en perspectiva, CFI-Provincia de Río Negro, Buenos Aires, 1998.
[16] LOJO, J.: Diario Río Negro, 29 de noviembre de 1998. Las estadísticas consignadas fueron seleccionadas del trabajo ya consignado en la cita anterior, Fruticultura en perspectiva, del Consejo Federal de Inversiones (CFI) y la provincia de Río Negro.
[17] de JONG, G.: Análisis regional, estructuras agrarias y estrategias de desarrollo en la fruticultura del Alto Valle de la cuenca del río Negro, en prensa, Neuquén, 2008.
[18] Nótese como las tasas de ganancia descienden más en las explotaciones más grandes, lo cual es el resultado del peso relativo de los costos fijos en esas explotaciones y del necesario período contractual de pago más largo (a veces supera el año, aunque a los efectos del cálculo que aquí se ha realizado nunca superó el año, según el procedimiento de simulación adoptado) en el caso de los volúmenes de fruta producidos en las mismas
[19] Figura jurídica establecida por la ley de quiebras de Argentina que dispone un período de negociación entre deudores y acreedores para fijar un valor a la deuda. Este dispositivo permite, siempre, favorecer al capital más grande.
[20] Diario Río Negro, Suplemento RURAL, 8 de Setiembre de 2007.
[21] LOJO, Javier: La concentración de la demanda está modificando el panorama frutícola, diario Río Negro, 13/6/99.


Extraído de Liberali, Ana y Omar Gejo (directores) (2010) La Argentina como Geografía. Procesos Productivos e Impacto Social (1990-2008). Universidad Nacional de Mar del Plata. Universidad Nacional de Luján. Centro de Estudios Alexander von Humboldt. Unión Geográfica de América Latina. Red Latinoamericana de Estudios Geográficos de la UGI. Buenos Aires. ISBN 978-987-97685-5-6; pp. 27-64.

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