viernes, 11 de mayo de 2012

GEOGRAFÍA DEL COMERCIO EXTERIOR ARGENTINO (1990-2004) Una aproximación regional (1ra. parte)

Omar Horacio Gejo*
Ana Laura Berardi**
Ana María Liberali***

Desde mediados de los setenta han primado en la Argentina -y no tan sólo en ella, claro está- las visiones extremadamente simplificadas acerca del desarrollo económico del país. Estas posiciones se han sostenido en base, sobre todo, a una ingenua y falsa comprensión del movimiento comercial internacional, fenómeno al que se ha sobrevalorado excesivamente. Los años noventa, así, correspondientes a la larga década de la convertibilidad, constituyen el momento que resume, en gran medida, las posturas antedichas.
El siguiente trabajo pretende, pues, establecer un cuadro geográfico-económico del movimiento mercantil externo argentino. Para ello, utilizando como variable determinante a las exportaciones, se hará un seguimiento durante una década y media, quedando involucradas entonces tanto la "estabilización" convertible como la "estabilización" posconvertible, dos períodos, dos procesos supuestamente disímiles, hasta antagónicos, que deberían quedar señalados claramente en la expresión material por excelencia del comercio exterior argentino, es decir, en su geografización. Apoyándonos, por lo tanto, en una perspectiva regional, atisbamos los alcances de la mentada recuperación argentina tras la debacle del 2001.

*UNLu/CeHu
**UNMdP/CeHu
***UNMdP/CeHu


Enmarcado a priori dentro de las investigaciones atinentes a la circulación material, el estudio, sin embargo, involucra también a los análisis estructurales e implica un intento por discutir la cuestión del desarrollo argentino, partiendo de un grupo de supuestos confrontativos respecto de los habituales enfoques sistémicos prevalecientes, hegemónicos, tanto los tradicionalmente liberales como los pretendidamente alternativos, los relativamente en alza, los neodesarrollistas.


El Predominio “Neoliberal”

La década pasada supuso una apuesta muy fuerte, que pretendió ser acaso decisiva, en dirección a relanzar al capitalismo argentino. Éste, un co-protagonista más de la tupida saga de desventuras de la geografía regional, registra, sin embargo, algunas peculiares características de agudo retroceso y hasta de descomposición.
Particularmente en el campo del comercio exterior, Argentina atraviesa una larga fase de declinación, ya que habiendo formado parte del pelotón más activo del comercio internacional hasta la segunda guerra mundial -momento en el que todavía sostenía una participación cercana al 3% en las exportaciones mundiales-, sobrellevó a partir de ese momento un verdadero descalabro que ha llevado la participación del país en el comercio mundial a 0,4%. Esta dramática reducción, que le ha implicado retrotraerse a la séptima parte de sus mejores registros de antaño, no pudo haber pasado inadvertido, mucho más cuando se trata de un país capitalista periférico (1).
A lo largo del siglo pasado, sobre todo tras la crisis de los años 30, el país trató de desenvolver un  proceso industrial apegado ostensiblemente a la demanda del mercado local y que se desplegó en dos fases: - la primera, que abarcó unas dos décadas y media aproximadamente, catalogada como una modalidad extensiva de industrialización; y una segunda, que algunos analistas identifican como complementaria de la anterior, que habitualmente se la ha definido como desarrollista o de industrialización intensiva. Esta última fase, de unos escasos veinte años, culminó en una crisis de magnitud a mediados de los años ’70, situación que fue acompañada por la conocida respuesta orgánica represiva de la Dictadura.
Tras la fallida vía desarrollista, que la gran burguesía local dio por cerrada en aquella época, se sucedieron, con algunos pequeños resuellos, traumáticas experiencias desindustrializadoras, que si bien no pueden endilgárseles como una vía excepcional de desarrollo a los capitalistas nativos pues es fácil encontrar símiles en otros países de la región e incluso en otras regiones, es indudable que los últimos tres decenios en una economía como la Argentina –de tamaño medio y con una historia industrial nítida de casi media centuria, además de una conformación urbana compleja-, fueron generadores de innumerables sinsabores para su población, sobre todo, claro está, para los trabajadores (2).
Cuando nos referimos a ensayos desindustrializadores, estamos hablando de la temprana experiencia “neoliberal” de José Alfredo Martínez de Hoz al frente del Ministerio de Economía de la Dictadura, en el turno de Jorge Rafael Videla (1976-1981), y a la larga década de los ’90, en la consumada y contumaz experiencia de la convertibilidad, conducida desde el Ministerio de Economía por Domingo Felipe Cavallo (ex funcionario de la Dictadura), bajo la cobertura política de Carlos Saúl Menem, un representante de la formación política industrializadota por antonomasia en la Argentina, el peronismo, pero que en los años ’90 fungió como el ariete del proceso desindustrializador y como corolario de aquel programa “estabilizador” (3) propugnado por la Dictadura a mediados de los ’70.
La justificación de la desindustrialización estaba dada, en buena medida, por algunos presupuestos acerca de la economía mundial y el papel que debería jugar en ella la economía argentina. A saber, hacer valer las intrínsecas fortalezas de Argentina en la dotación de recursos naturales y la supuesta progresividad de retrotraer su adscripción al mercado mundial bajo un esquema primario exportador consciente, aparentemente enfrentado este último a la consolidación de la industria en el país. (4)
En el análisis del comercio exterior, pues, uno suele encontrar dos posiciones enfrentadas desde la perspectiva burguesa. El enfoque prevaleciente durante los últimos años es el que denominamos circulacionista. En él predomina una visión “aespacial”, entendiendo por esto la creencia en la vigencia irrestricta de la circulación absoluta, teniendo al mercado mundial como una redentora e infalible máquina de crecimiento continuo. Los flujos no encontrarían obstáculos para su movimiento, el mundo sería una superficie lisa, tan así como para hacer desaparecer la fricción y, por ende, la distancia. En esta realidad de la perpetua circulación, ésta garantizaría los equilibrios como tendencia. Las llamadas corrientes liberales se ajustan a este ideario, y ubican los problemas del país en su aparente aislamiento frente al mercado mundial.
Frente a esta posición se yergue una perspectiva opuesta, siempre desde una plena convalidación sistémica. A esta corriente de opinión la consideramos “atemporal”. Analiza al mercado mundial como una referencia inexcusable, aún cuando oficie de retroalimentador de las diferencias pre-existentes entre los diversos sitios. Por lo tanto, esta visión estima la necesidad de un posicionamiento activo frente al mercado mundial. Su falta de profundidad temporal les permite, empero, imaginar reproducir a “destiempo” el desarrollo de los procesos en un sitio determinado, rezagado, el suyo, a semejanza de la evolución previa realizada por otros sitios, los avanzados, los adelantados, los desarrollados. Esta visión estática, les veda la posibilidad de observar y comprender la evolución de los sitios desde una complejidad sistémica, que reduce considerablemente los márgenes de la economía. Estos razonamientos se corresponden con las posturas “desarrollistas”.
Resumiendo, las posiciones burguesas oscilan entre la realidad eterna de la circulación (liberalismo), y el intento de construcción estática de un sitio (desarrollismo), negando el interjuego de sitios jerárquicamente relacionados (imperialismo) (Gejo, 2003: 42).
Claro que eso de oscilar es una notoria exageración, ya que en realidad hemos asistido en el último cuarto de siglo a un predominio tendencial de los enfoques “liberales” o “neoliberales”, que son manifiestamente abstractos y desde este punto de vista pueden catalogarse como abiertamente anti-geográficos. Los enfoques “liberales” se han pronunciado por romper el “aislamiento” del país, por abrir su economía y alcanzar así la ansiada competitividad mediante una canasta de productos emergidos de la confrontación de la demanda mundial y la oferta de recursos del territorio nacional. Esta simple estrategia, para estos sectores, bastaría para reposicionar a las exportaciones argentinas en el mercado mundial.
Los estudios del comercio exterior argentino, por lo tanto, no pueden ser escindidos de esta discusión ideológica sustancial y adquieren, por ende, un significado superior al que naturalmente se alude cuando se los circunscribe a casi un mero análisis de la circulación. El estudio de una década y media del comercio exterior argentino, de los últimos quince años, entonces, implica una confrontación ideológica básica, pues nos impone un enfrentamiento conceptual y, a la vez, un intento empírico elemental por someter a la corrosión estadística las posiciones ideológicas casi monopólicas de la burguesía, en el tiempo en el que la ofensiva capitalista ha sido el hecho pronunciado, insoslayable; basta, si no, rememorar el generoso recorrido de los exultantes asertos de Francis Fukuyama.


Una geografía comercial internacional

Una primera estación en este recorrido casi preliminar en el estudio del comercio exterior argentino lo constituye la comparación de las manifestaciones geográficas de este hecho.
La presentación de los cuadros 1 y 2 responde a la necesidad elemental de colocar a las exportaciones argentinas en un contexto internacional significativo. Este es el sentido de agrupar a los 50 principales participantes del comercio mundial.
Estamos hablando de la década de la “globalización”, el macrocontexto ideológico en el que hay que enmarcar los sucesos, la porfía ideológica local precedentemente mencionada. La denominada “globalización” (5) ha sido el as “conceptual” por el cual se ha terminado por desencadenar en profundidad la ofensiva material de la burguesía a escala internacional, implicando esto, a grandes rasgos, una re-definición de la geografía del capitalismo, al re-absorber éste plenamente el vasto espacio euro-asiático post-comunista y lanzar un ataque directo al “estado de bienestar” en las áreas del capitalismo desarrollado.
Bajo este “manto sagrado” se construyeron las más afiebradas ilusiones y las del comercio exterior fueron, tal vez, de las más osadas. Por ello es harto saludable echar un vistazo a la realidad del comercio internacional durante la década y media aludida.
A través de los cuadros 1 y 2 podremos establecer una gruesa comparación de los acontecimientos del comercio internacional.
Aparecen allí los primeros 50 países exportadores del mundo. Queda manifestada la concentración del comercio exterior: -la cuarta parte de las entidades estatales nacionales bordean el 95% de la representación comercial a nivel mundial (95,9% en 1990; 94,6% en 2004).
Es evidente que existe una tajante división entre regiones desarrolladas o centrales y las periféricas o rezagadas. Así es como mientras Europa Occidental, América del Norte y Asia-Pacífico superan el 80% de las exportaciones mundiales las periferias, en tanto, no alcanzan al 15% de las exportaciones (11,4% en 1990; 13,9% en 2004).
Los cambios remarcables se verifican en el avance de la región Asia-Pacífico, que incrementa en casi 6% su participación relativa. Dentro de esta región se halla China, cuyo recorrido en el período en estudio es elocuente, avanzando once posiciones para ubicarse como tercer país exportador del mundo en 2004. Además, Asia es el epicentro de la industrialización exportadora periférica de los últimos treinta años. No es una casualidad que en el año 2004 Asia sume un país más que en 1990 (13 contra 12) y que se agreguen Filipinas y Vietnam mientras salga de escena Nueva Zelanda (6).
En la geografía periférica, sin embargo, se notan recuperaciones relativas en Europa Oriental y en América Latina. La respuesta euro-oriental es superior y más extendida, agregando un país (6 contra 5), y particularmente dinámica en los casos polaco, checo y húngaro, que denotan el carácter de retaguardia activa que cumplen respecto de la región europeo-occidental. En el ejemplo latinoamericano, el avance se circunscribe, en la práctica, al escalamiento de posiciones de México, atado su ciclo exportador a la demanda de la economía estadounidense, con el acompañamiento a la distancia de Brasil, que si bien mantiene su posición vigésimo-quinta invariable, alcanza una mejora no desdeñable en su participación relativa (0,2%).
La situación argentina es estable. Si bien avanza un par de posiciones, la participación relativa de las exportaciones es similar, 0,4% (7). Sobre ella pueden conjeturarse varias cosas. Participa de una región periférica con baja inserción internacional, rezagada por lo tanto; como punto de partida ésta no puede soslayarse pues debería oficiar como un atenuante para cualquier análisis ulterior. Se podría argüir, por ejemplo, que la economía nacional no ha desentonado en este período, el cual no puede considerarse como muy favorable. Es más, frente a años donde el comercio fue dinámico, el no perder posiciones hasta sería un hecho auspicioso. Sin embargo, también pueden oponerse argumentos en contrario. Los voceros “liberales” que promovieron los “paquetes” de medidas en pos de la competitividad no parecen haber obtenido los resultados buscados. Tras los denodados esfuerzos intelectuales y materiales en los que se empeñaron, los escuálidos resultados cosechados pueden obrar como una rotunda desmentida de sus postulados.

Cuadro Nº 1:
Principales exportadores mundiales de mercancías, 1990
(en miles de millones de dólares)


Países
Valor
%
% acumulado

Total Mundial
3.442.0
100.0
100.0
1
Alemania
421.1
12.2
12.2
2
EEUU
393.6
 11.4
23.6
3
Japón
287.6
  8.4
32.0
4
Francia
216.6
  6.3
38.3
5
Reino Unido
185.2
  5.4
43.7
6
Italia
170.3
  4.9
48.6
7
Países Bajos
131.7
  3.8
52.4
8
Canadá
127.6
  3.7
56.1
9
Bélgica - Luxemburgo
117.7
  3.4
59.5
10
Hong Kong
82.4
  2.4
61.9
11
Taipei Chino
67.1
  2.0
63.9
12
Corea del Sur
65.0
  1.9
65.8
13
Suiza
63.8
  1.9
67.7
14
China
62.1
  1.8
69.5
15
URSS
59.0
  1.7
71.2
16
Suecia
57.5
  1.7
72.9
17
España
55.6
  1.6
74.5
18
Singapur
52.7
  1.5
76.0
19
Arabia Saudita
44.4
  1.3
77.3
20
Austria
41.2
  1.2
78.5
21
México
40.7
  1.2
79.7
22
Australia
39.8
  1.2
80.9
23
Dinamarca
36.9
  1.1
882.0
24
Noruega
34.0
  1.0
83.0
25
Brasil
31.4
   0.9
83.9
26
Malasia
29.4
   0.9
84.8
27
Finlandia
26.6
   0.8
85.6
28
Indonesia
25.7
   0.7
86.3
29
Irlanda
23.7
  0.7
87.0
30
Sudáfrica
23.5
  0.7
87.7
31
Tailandia
23.1
  0.7
88.4
32
Emiratos Árabes
20.7
  0.6
89.0
33
India
18.0
  0.5
89.5
34
Venezuela
17.5
  0.5
90.0
35
Irán
16.9
  0.5
90.5
36
Portugal
16.4
  0.5
91.0
37
Polonia
14.3
  0.4
91.4
38
Yugoslavia
14.3
  0.4
91.8
39
Libia
13.9
  0.4
92.2
40
Nigeria
13.6
  0.4
92.6
41
Turquía
13.0
  0.4
93.0
42
Argelia
12.9
  0.4
93.4
43
Irak
12.3
  0.4
93.8
44
Argentina
12.3
  0.4
94.2
45
Israel
12.0
  0.3
94.6
46
Checoslovaquia
11.9
  0.3
94.9
47
Hungría
10.0
  0.3
95.2
48
Nueva Zelanda
9.5
  0.3
95.5
49
Chile
8.4
  0.2
95.7
50
Grecia
8.1
 0.2 
95.9

Total 50 Países
3.293.5
 95.9
95.9

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la OMC


Cuadro Nº 2:
Principales exportadores mundiales de mercancías, 2004
(en miles de millones de dólares)

  
Países
Valor
%
% acumulado

Total Mundial
9153.0
100.0
100.0
1
Alemania
912.3
10.0
10.0
2
EEUU
818.8
8.9
18.9
3
China
593.3
6.5
25.4
4
Japón
565.8
6.2
31.6
5
Francia
448.7
4.9
36.5
6
Países Bajos
358.2
3.9
40.4
7
Italia
349.2
3.8
44.2
8
Reino Unido
346.9
3.8
48.0
9
Canadá
316.5
3.5
51.5
10
Bélgica
306.5
3.3
54.8
11
Hong Kong
265.5
2.9
57.7
12
Corea del Sur
253.8
2.8
60.5
13
México
189.1
2.1
62.6
14
Rusia
183.5
2.0
64.6
15
Taipei Chino
182.4
2.0
66.6
16
Singapur
179.6
2.0
68.6
17
España
178.6
2.0
70.6
18
Malasia
126.5
1.4
72.0
19
Arabia Saudita
126.2
1.4
73.4
20
Suecia
122.5
1.3
74.7
21
Suiza
118.5
1.3
76.0
22
Austria
117.4
1.3
77.3
23
Irlanda
104.3
1.1
78.4
24
Tailandia
97.4
1.1
79.5
25
Brasil
96.5
1.1
80.6
26
Australia
86.4
0.9
81.5
27
Emiratos Árabes
82.8
0.9
82.4
28
Noruega
81.8
0.9
83.3
29
Dinamarca
76.8
0.8
84.1
30
India
75.6
0.8
84.9
31
Polonia
74.9
0.8
85.7
32
Indonesia
72.3
0.8
86.5
33
República Checa
68.7
0.8
87.3
34
Turquía
63.1
0.7
88.0
35
Finlandia
61.3
0.7
88.7
36
Hungría
54.9
0.6
89.3
37
Sudáfrica
46.0
0.5
89.8
38
Irán
44.4
0.5
90.3
39
Filipinas
39.7
0.4
90.7
40
Israel
38.5
0.4
91.1
41
Portugal
35.8
0.4
91.5
42
Argentina
34.5
0.4
91.9
43
Venezuela
34.2
0.4
92.3
44
Ucrania
32.7
0.4
92.7
45
Argelia
32.3
0.4
93.1
46
Chile
32.0
0.3
93.4
47
Nigeria
31.1
0.3
93.7
48
Kuwait
28.7
0.3
94.0
49
República Eslovaca
27.5
0.3
94.3
50
Vietnam
25.6
0.3
94.6

Total 50 Países
8639.6
94.6
94.6

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la OMC



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